Fonzaleche, el fuego que empezó en una cuneta
El incendio de la localidad riojalteña ha afectado especialmente a parcelas de cereal cosechadas, algunas viñas y a pequeñas zonas de pinares
El pequeño apeadero que forma un camino agrario con la LR-202, a apenas unas decenas de metros del cruce con la N-232 , fue ... el foco donde comenzó el incendio que puso en jaque el martes a bomberos y agricultores riojalteños, que se la jugaron para pelear contra unas llamas fieras avivadas por fuertes ráfagas de viento cambiante que supuso un verdadero quebradero de cabeza para la extinción. Tendrán que ser los peritos los que investiguen las causas, pero la primera impresión de los vecinos señala a una imprudencia humana.
Este miércoles, desde ese foco nacía una lengua negra que se extendía insaciable por ribazos, laderas y cárcavas, frenada por algún campo de girasol y por viñedos, algunos de ellos con evidentes muestras en sus lindes de haber sufrido altísimas temperaturas que han secado cepas. Mientras un retén de bomberos forestales llegado desde Villoslada tiraba mangueras para acabar con unos rescoldos aún vivos y preocupantes en el seno de un pinar, las perdices paseaban por los campos de cereal quemado tratando de encontrar sus nidos y refugios. Donde ayer había rastrojo y paja, hoy solo quedaban cenizas.
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La desgracia pudo ser mayor, pero el buen hacer de los profesionales de extinción y de los voluntarios logró poner coto al fuego. Uno de ellos fue Josu Cubillas, agricultor de Villaseca, que como otros compañeros no dudó en sacar el tractor y gastar gasoil y nervios en una tarde-noche calificada como «una puta locura». «Cuando vi que un foco saltaba el perímetro me fui a por el tractor», recuerda. En cadena, sobre los rastrojos «uno pasaba la grada de discos, otro la trapa y otro el destripador» para intentar limpiar un perímetro que cortase el avance del fuego. «Pero con el viento, las llamas saltaban una barbaridad», rememora. Pero el trabajo dio sus frutos.
Este miércoles tocaba hacer valoración de daños y comprobar si la mala suerte se había cebado con fincas propias y de vecinos. Carlos y Dioni, dos vecinos de Fonzaleche, recorrían a bordo de un todoterreno los caminos agrícolas. «A mí no me ha afectado. Tengo una viña tras el cerro y no la ha tocado», decía con alivio. «Hubo momentos complicados porque se empezó a trabajar con los tractores cuando el viento venía del sur y, de repente, cambió a norte, y lo hecho no sirvió de nada y hubo que empezar», añadía Dioni.
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