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Aunque la elección del nuevo papa la ha vivido ya desde Motril (Granada), el agustino riojano Fortunato Pablo Urcey es obispo emérito de Chota (Perú). Primero ejerció de viceprior del monasterio de San Millán y párroco de Berceo y Estollo, donde nació, después, en 1972, marchó de misionero a Perú. Allí, décadas después coincidió con el recién elegido papa Robert Francis Prevost.
En Perú el sacerdote riojano ejerció primero de vicario parroquial y después de maestro, y tras unos años de regreso a España (1978-1984), donde fue profesor en Salamanca y Logroño, volvió a Perú de nuevo por tres años. No fue hasta 2005, tras otro periodo de 18 años en Madrid y La Rioja, pasando por el monasterio de San Millán, cuando Urcey fue nombrado obispo de Chota.
Aunque el nuevo máximo pontífice de la Iglesia Católica fue destinado a Perú en 1985, no fue hasta 2014 cuando coincidió con el religioso riojano. Prevost fue nombrado director del convento de San Agustín en Chiclayo y después, ya en el 2018, el papa Francisco lo designó vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. En aquella época Fortunato Pablo Urcey ya era obispo de Chota, localidad que dista 223 kilómetros de Chiclayo, y también ostentaba el cargo de secretario de la Conferencia Episcopal Peruana. «Nuestra formación fue muy semejante, con San Agustín como maestro, y nos apoyamos mutuamente. Guardo una imagen muy linda de él, es un hombre muy prudente e inteligente», declara Fortunato Pablo Urcey, afincado ahora de nuevo en España tras sufrir un grave accidente de tráfico en Perú por el que tuvo que ser operado y actualmente permanece en rehabilitación cerca del mar.
«Un amigo, eso ha sido para mí Prevost. Hemos compartido tareas en Chiclayo. Yo lo veo como una persona conciliadora. Como San Agustín, que dijo: 'Con vosotros soy cristiano pero para vosotros soy obispo'; ahora puede decir que 'para vosotros soy León XIV'», destaca el agustino recoleto riojano, cuya opinión coincide con la primera descripción que se ha hecho del nuevo papa, quien parece que continuará el legado del anterior. No es vano Prevost, en su época en Perú, fue contrario a las políticas de Fujimori y condenó los atentados terroristas de Sendero Luminoso, así como los hechos que hacían peligrar los derechos humanos.
«Aunque tuvimos una relación muy estrecha, y trabajar con él era una gozada porque se sentía libre y nos dejaba serlo a los demás, no le he llamado ni le voy a llamar. No hay por qué molestarle, pero si viajo al Vaticano haré lo posible por visitarle», reconoce Urcey. En cuanto al nombramiento del que considera su amigo, un compañero agustino, el religioso riojano estima que «le ha caído una tarea bastante ardua, pero la va a saber llevar contando con nuestro apoyo en forma de oración». Precisamente orando guarda Urcey una fotografía junto a Prevost, cuando ambos eran obispos en Perú.
Urcey ejerció de obispo durante 17 años, desde 2005 hasta que el accidente le impidió continuar. Ahora, por primera vez, es obispo de Chota un peruano. Antes de Urcey lo fue otro riojano, Carmelo Martínez Lázaro, natural de Luezas, junto a quien dirigió allí la ONG Haren Alde. En aquella comunidad Fortunato Pablo subraya que contaban con «una comunidad no solo de trabajo apostólico», también realizaban deporte, como partidos de futbito, pues es gran aficionado al fútbol, que ya no puede practicar. Urcey también ejerció allí como administrador apostólico de Cajamarca y presidente de Cáritas.
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