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Los acusados, en la sexta jornada de juicio Irene Jadraque / Sadé Visual
Juicio por el crimen de Viniegra de Arriba

Dos de los acusados se incriminan mutuamente de ejecutar a Jeff de un tiro en la nuca

La tercera procesada, J. S. A. niega un plan «al menos por mi parte» para matar a Djafer y asegura que vio a I. Z. encañonar a la víctima y luego un fogonazo

Carmen Nevot

Logroño

Jueves, 15 de mayo 2025, 11:46

Sexta jornada de juicio por el crimen de Viniegra de Arriba y los acusados J. A. G., de 48 años, y I. Z., de 43, se han incriminado mutuamente del asesinato de Djafer Bechkat, alias Jeff, un ciudadano argelino de 45 años y narcotraficante cuyo cadáver fue rescatado de la torca de Hoyo Mingo, a unos 50 metros de profundidad, el 11 de agosto de 2022. Por su parte, la procesada, J. S. A. ha negado que hubiera un plan preconcebido, «al menos por mi parte», y ha acusado a I. Z. de encañonar a la víctima. «Después vi un fogonazo».

Las declaraciones de los acusados, sumadas a las de los testigos que han comparecido a lo largo de una semana en la sala de vistas de la Audiencia Provincial, han ido dando forma al guión de un crimen en el que se entrelazan el narcotráfico, viajes a Algeciras, deudas de drogas, camellos de media escala y un arma, con la que mataron a Jeff, que sigue sin aparecer casi tres años después.

El primero en comparecer en la sesión de este jueves ha sido J. A. G.. Nada más comenzar ha negado rotundamente que ideara y matara a Djafer Bechkat, con quien tenía una deuda inicial de 13.500 euros pero que había ido pagando poco a poco. La víctima le apremiaba a saldarla, aunque por entonces quedaban pendientes entre 4.500 y 5.500 euros. «Yo ni por 3.500 euros ni por 10.000 mato a una persona, no viene con mi persona matar a nadie».

Sobre la autoría del crimen, ha apuntado sin fisuras a I. Z., de 43 años y vecino de Viniegra de Arriba. Le había conocido en febrero, le suministraba la heroína que consumía y le debía unos 2.000 euros. Su entonces pareja y también procesada J. S. A., según su versión, tampoco habría tenido nada que ver con el asesinato.

Del día del crimen, el 9 de agosto de 2022, ha relatado que habían quedado con I. Z., alias el Pateras, en el cruce de Villoslada de Cameros. El encuentro estaba previsto entre las 22.00 y las 22.30 horas, una vez que el procesado estuviera libre porque por entonces trabajaba de alguacil en Viniegra. I. Z. se había comprometido a devolver el dinero que adeudaba a J. A. G. y de esta forma J. A. G. podría saldar la deuda que tenía con Djafer. «Sólo quería cobrar un dinero, bajar para casita y todos tan amigos, pero nos encontramos con un marrón que no era nuestro».

«Yo por 3.500 euros ni por 10.000 mato a una persona, no viene conmigo matar a nadie»

J. A. G.

Desde Logroño y en el mismo vehículo fueron J. A. G., su pareja y también procesada J. S. A., y la víctima; y desde Viniegra, I. Z. con su furgoneta. Una vez en la intersección, y después de unos veinte minutos de conversación, Jeff le comentó: «Qué pasa con tu amigo, que llevamos 20 minutos y nada». Acto seguido, I. Z. les conminó a meterse entre la furgoneta y vehículo para que no le viera nadie del pueblo. Primero, según su versión, «pasó Djafer e I. Z. fue detrás. Cuando llegué a la altura de la puerta de la furgoneta vi el fogonazo y Jeff me cayó en los pies». «Le dije: ¿Qué has hecho? Me encañonó y me dijo: Lo mismo que meto a uno meto a dos. Ya que tú no te quitas los problemas te los quito yo gratis, que yo por esto cobro 4.500 euros y no es el primero, si no llega a ser por J. S. A. yo también acabo en la furgoneta».

Siempre según lo relatado por este acusado, I. Z. le pidió que le ayudara a meter el cuerpo en la furgoneta, pero «estaba engarrotado, no era persona porque no había visto nunca matar a una persona delante de mí», así que no tocó el cuerpo. Esa misma noche reconoció que hubo un intento infructuoso de arrojar el cadáver a la sima, pero no fue posible. De madrugada, I. Z. les empezó a mandar mensajes para urgirles a deshacerse del cuerpo.

El día 11 de agosto quedaron de nuevo para arrojar el cadáver a la sima «para acabar con esa mierda y tirar el cuerpo», aunque «lo hice porque estaba amenazado y coaccionado. I. Z. decía que si no, dejaba el cuerpo en la puerta de mi casa». A preguntas de su abogada, ha asegurado que indicó a la Guardia Civil el lugar en el que se perpetró el crimen porque «no tenía nada que esconder», incluso les habría propuesto hacer una reconstrucción de los hechos.

El siguiente en declarar ha sido I. Z. y nada más iniciar su comparecencia ha tachado de mentira la versión de los hechos ofrecida por J. A. G., a quien ha acusado de amenazarle de muerte «a mí y a mi familia». El día del asesinato había quedado con él, «mi camello», pero no para pagarle lo que debía, «yo no le debía nada», ha dicho, sino porque «me iba a subir droga». Ya en el cruce, sobre las 21.00 o 21.30 horas, aparecieron en el mismo vehículo los otros dos procesados y la víctima. Él no conocía personalmente a Djafer. «Me lo presentó y a los dos o tres minutos se acercó a la zona del copiloto donde estaba J. S. A. sentada y en unos segundos le pegó un tiro por la espalda». La víctima se desplomó «se me cayó encima y me meé en los pantalones». En ese instante se quedó paralizado «hasta que me dijo que le ayudara a cargarlo y por miedo le ayudé, porque vi lo que vi, porque había matado a un tío».

«Me lo presentó y a los dos o tres minutos le pegó un tiro por la espalda»

I. Z.

De ahí, J. A. G. y I. Z. se dirigieron a la sima en la furgoneta de éste último, mientras J. S. A. se quedó en el coche con el que se habían trasladado hasta el cruce de Villoslada, pero como la noche anterior había descargado una tormenta de verano, por miedo a que el vehículo se quedara atrapado en el barro, desistieron y fueron a Viniegra. Allí, en una zona vallada, dejaron el cuerpo cubierto con una lona detrás de una malla verde. La lona apareció días después empapada de sangre en un contenedor en la calle San Miguel en el municipio soriano de Montenegro de Cameros.

Sobre los golpes que tenía la víctima en la cabeza, según este acusado, tuvo que ser J. A. G., aunque no le vio hacerlo, pero no le dijo nada por miedo. Sí que ha reconocido que le puso las bridas para sujetar las bolsas de plástico con las que cubrieron la cabeza de Jeff , «pero porque me mandó él».

El 11 de agosto, el día en el que apareció el cuerpo de Bechkat en el fondo de la torca, J. S. A. se quedó en la entrada de la pista a vigilar y los otros dos procesados se dirigieron a la torca. J. A. G., según su relato, le obligó a bajar a la sima mientras arrastraba el cuerpo, «me dijo con desprecio: 'Tú tira para abajo también maricona'». Al poco le avisó de que venía un coche verde, parecido al de la Guardia Civil, que resultó ser el agente forestal, que les había visto arrojar el cuerpo de Djafer. Cuando se cruzaron los vehículos, «me identifiqué, soy el alguacil I. Z.».

Luego, también obligado, iría a deshacerse de algunos enseres de la víctima a los contenedores de Montenegro y cuando regresó a Logroño, donde residía, avisó a su hermano de que habían matado a un hombre, «que yo no tenía nada que ver y que iba a ir al cuartel de Torrecilla en Cameros. Justo me detuvo la policía en casa». En ese instante, J. A. G. le llamó, puso el manos libres, y le dijo: «Ven ahora mismo solo a mi casa y fui con la policía». «A J. A. G. le detuvieron por mí, porque oyeron esa llamada».

J. S. A., la tercera acusada, ha apuntado a I.Z. como autor del disparo que acabó con la vida de Djafer. Ha descartado que hubiera un plan preconcebido, al menos por su parte, para cometer el crimen, y que le pidiera ayuda para «quitarse un problema de encima». Se enteró de que iban a matar a Jeff «cuando lo mataron, yo no sabía nada», ha incidido.

De su pareja, el procesado J. A. G., ha dicho que era un mentiroso que estaba «emparanoiado» por las cantidades de cocaína que consumía. Sobre la deuda que éste tenía con la víctima, ha negado que a su entonces pareja estuviera «muy angustiada porque seguía con su rutina de comprarse su cocaína, fumársela y de acá para allá toda la noche».

El día 9 quedó para hablar con J. A. G. Se lo había pedido él porque el día anterior habían discutido. Le dijo que le acompañara, que iban a recoger a Jeff y «luego me dejaba en casa, nunca me dejó en casa, me vi obligada a ir». Habían quedado «para pagar una deuda» que «no veía que le angustiara tanto» y al llegar al cruce de Villoslada, aparcó el coche en paralelo a la furgoneta de I. Z.. Bajaron J. A. G. y Jeff y fueron a la parte de atrás del coche. Ella se quedó en el interior del turismo. Estuvieron un buen rato hablando y en un momento vio que Jeff se agachó, I. Z. le encañonó y luego un fogonazo. Se cubrió porque estaba «asustadísima». «Para mí ha sido un horror y sigue siéndolo, yo lo único que hacía era llorar y llorar, me quiero ir a casa».

Desde ese momento, ha explicado que ha vivido «un calvario». Incluso cuando él ya estaba en prisión por estos hechos le llamaba «hasta 40 veces al día» con un móvil «de estos que se meten en la cárcel para pedirme que le llevara droga». ¿Por qué no denunció lo ocurrido? «Por miedo», ha respondido.

Los acusados I. Z. y a J.S.A. se enfrentan a los delitos de asesinato y tenencia ilícita de armas por los que la Fiscalía reclama un pena de 25 años y medio de prisión. J. A. G. encara medio año más de cárcel por un delito contra la seguridad vial por conducir sin puntos en el carné. La acusación pública pide también que paguen una indemnización de 200.000 euros al hijo menor de la víctima, que en el momento de los hechos se encontraba bajo la tutela de la Comunidad Autónoma de La Rioja, y 60.000 euros a cada uno de los progenitores de Djafer.

Las defensas, por su parte, piden la absolución de los acusados. En el caso de J. G. A., su abogada señaló al procesado I. Z. como el ejecutor de un crimen en el que su cliente no habría participado ni tendría conocimiento que se iba a producir. El letrado de la acusada J. S. A., pareja del anterior encausado en el momento de los hechos, desvinculó a su clienta del asesinato; mientras que la defensa de I. Z. hizo lo propio con su cliente, quien dijo haber cometido el único error de haber arrojado el cadáver a la torca de Hoyo Mingo y haber sido el «tonto útil».

El juicio continuará este viernes con la exposición de las conclusiones definitivas por parte de las acusaciones y las defensas. El lunes está previsto que el presidente del tribunal entregue el objeto del veredicto a los miembros del jurado. A partir de ese momento permanecerán aislados hasta que alcancen un veredicto de culpabilidad o no culpabilidad.

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