Los panaderos todoterreno
Los repartidores de alimentación acuden a diario a los pueblos a pesar de la adversa meteorología para ofrecer su servicio | «Desde septiembre hasta mayo mantenemos el reparto para dar servicio pero no sale rentable», afirma Rubén Martínez
DIEGO MARÍN A.
EL RASILLO.
Viernes, 24 de enero 2020, 07:26
A sus 84 años, Juanjo San Pedro camina por las calles de Peñaloscintos con paso lento pero seguro a pesar de que la aldea está ... cubierta de nieve y hielo. Son las 11.00 horas, hace -1ºC y ha salido a comprar el pan. Lo trae en todoterreno Rubén Martínez, el panadero de El Horno de Pradillo. Juanjo compra cinco barras (dos huecas y tres sobadas) y el padre de Rubén, que le acompaña, indica: «No le des con pico que no le gustan».
En muchos pequeños pueblos el pan llega hasta la puerta de casa. En Montemediano (aldea de Nieva), por ejemplo, el panadero lo deja en las puertas y los vecinos, a quienes les fía, lo recogen al volver a su hogar. Igual que en casa de Carmelo, en Peñaloscintos, porque solo Juanjo ha salido a comprar. «Yo cojo cinco barras hoy porque así mañana no salgo, que estoy mejor en casa», advierte el vecino de la aldea de Ortigosa. «Si me ponen carne como poco pan, ahora, si me ponen caldo como más porque remojo», confiesa.
La ruta del panadero comienza a las 6.30 horas, cuando baja el pan recién hecho a Logroño y, después, acude a Nieva, El Rasillo, Ortigosa, Villanueva, Gallinero... «Casi siempre hay gente esperando, aunque desde septiembre hasta mayo mantenemos el reparto por dar servicio porque, por horas y gasoil, no sale rentable; lo que obtenemos en verano, cuando se multiplica el trabajo, lo guardamos para el invierno», expone Rubén Martínez.
«Al final haces familia, si ves que uno no viene a por el pan le echas hasta de menos y preguntas por él»
Rubén Martínez Soriano | Panadería El Horno de Pradillo
«Yo cojo cinco barras hoy porque así mañana no salgo, que estoy mejor en casa»
Juanjo San Pedro | Vecino de Peñaloscintos
«Lo malo no es que nieve mucho sino que llegues hasta allí y no haya nadie esperándote»
Amparo Giménez | Congelados Egea
Si en las aldeas venden ahora, si llega, una decena de barras de pan y en El Rasillo una veintena, en agosto pueden llegar a medio centenar y superar las cien, respectivamente, en cada localidad. Casi todos los compradores son gente mayor, «los que mantienen la zona y los más agradables; al final haces familia y, si ves que uno no viene, hasta le echas de menos y preguntas por él», reconoce Rubén, que conoce el nombre de todos sus clientes.
Igual que Cire Espinosa, quien atiende El Mercado de San Mamés en El Rasillo, donde dispensa el pan de Pradillo. El pasado miércoles tenía cola por el pan antes de abrir. «El día que se te acaba casi tienes que cerrar», señala Cire. Diariamente vende una veintena de barras, aunque en verano se multiplica la venta: «Nunca nos han dejado de traer el pan, ningún día del año. Rubén viene con el todoterreno si hace falta».
No es algo exclusivo del Camero Nuevo, el pasado martes, en pleno temporal de nieve, en Las Ruedas de Ocón el panadero fue recibido casi como un héroe . «Se agradece poder tener el pan calentito un día como hoy, tiene mucho mérito para menos de veinte personas», reconocía Rubén Gil, vecino del pueblo. Y empresas como Congelados Egea recorren semanalmente zonas como los Cameros vendiendo pescado, carne, yogures... «Lo malo no es que nieve mucho sino que llegues hasta allí y no haya nadie esperándote», asegura Amparo Giménez, quien a diario conduce más de 200 kilómetros recorriendo todos los Cameros, hasta San Andrés (1.266 metros de altitud); pero, «si hay tres vecinos, vamos para esos tres».
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