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Fernando Hierro da instrucciones a Koke, suplente ante Irán. AFP
Más dudas para Hierro

Más dudas para Hierro

España se muestra endeble en defensa y espesa en ataque y sufre de lo lindo para destruir la trinchera asiática. El seleccionador tiene mucho trabajo

Rodrigo Errasti Mendiguren

Enviado especial a Kazan

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Miércoles, 20 de junio 2018

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Se esperaba que Irán fuera un muro, por los precedentes y el aviso de Carlos Queiroz. Y se cumplieron los pronósticos. El problema es que fue más consistente que lo visto ante Marruecos y apenas se intuyó una grieta. 54 minutos le costó a España encontrar el agujero en la pared armada por el técnico luso y fue por un rebote tras una bola que luchó Diego Costa. El 6-3-1 en 10 metros de ancho fue un frontón al que La Roja no supo hacerle daño pese a ser el dueño de la pelota, con posesiones superiores al 70%. Su rival, en cambio, asustó con cada balón al área, ya fuera un pelotazo, un saque de banda ejecutado al más puro estilo inglés (o islandés, según se mire) o una falta directa o indirecta. Cualquier esférico que cruzaba al campo hispano era sinónimo de peligro. Irán hasta marcó un tanto que le anuló de manera correcta el VAR.

Tres puntos más pero también más dudas para un Hierro que hizo dos cambios iniciales: dos madridistas más al once. Quizá era la idea que tenía Lopetegui pero ahora nadie mira con ojos morbosos esas decisiones. España quiso abrir más el campo y hacer más profundo al equipo. No supo cómo meterse dentro del enjambre existente frente al área de Beiranvand, que había encargado el disfraz de superhéroe para cuando se equivocasen los suyos. Para superar la barrera persa hacía falta improvisación y algo de magia.

La tiene Silva, que se echó el equipo a la espalda. Era una nueva opción de inicio para él, de nuevo como titular en un partido de la Copa del Mundo, la tercera, con una estadística sorprendente: siempre que fue titular (una vez en 2010, dos en 2014 y la del estreno ante Portugal) La Roja no había ganado. Por eso, y consciente de que es su último torneo, lo intentó de todas las maneras: de falta, a la media vuelta, desde lejos...

El ruido ensordecedor de las vuvuzelas iraníes, muchas de ellas de mujeres, quizá ponía más nerviosos a los españoles, que eran los únicos que proponían algo. Era curioso ver a 21 jugadores en el mismo campo de manera casi constante. De Gea se pasó solo la mayor parte de la primera mitad en el balcón de su área, a 45 metros del siguiente jugador español. Irán era capaz de perder hasta 45 segundos para ejecutar un saque de banda y luego sacarlo como Delap en el Stoke. España se hartó de las constantes pérdidas de su rival al punto que una vez no devolvió el balón. Se llevó la pitada de la hinchada de Irán, que celebraba cada saque de esquina como un penalti.

El VAR quita salud

El miedo de los más veteranos era que aquello se convirtiese en un España-Paraguay de 1998, porque un empate podía condenar a la selección a la vuelta a casa antes de tiempo. Seguro que a Hierro se le vino a la cabeza lo vivido en Francia hace 20 años. Irán seguía amarrada a su portero sin arriesgar un ápice. Atrincherada ante una España espesa, en la que fueron Piqué y después Busquets los que vieron más cerca la gloria, pero Beiranvand seguía inspirado. No contaba con que un rebote le destrozaría la que pudo ser su gran noche.

Se liberó la selección pero no mejoró. Siguió transmitiendo endeblez atrás. Incluso encajó a balón parado. Irán marcó, invadiendo sus suplentes el campo y explotando la grada de alegría. Por suerte y, gracias al VAR, se anuló el gol después de casi dos minutos de revisión. Era fuera de juego de Ezatolahi, pero lo sucedido no sólo asustó a los hinchas españoles, que perdieron salud en los interminables minutos de espera, sino también a Hierro, que reclutó a Koke por Iniesta para ganar consistencia en el centro y evitar las contras de Irán cuando había pérdida.

En una acción de laboratorio, rozó el 0-2, pero le faltó remachar el buen córner botado por Isco en corto y con un amago hacia dentro que no esperaban los iraníes. No se volvían locos los de Queiroz, conscientes de que buscar el empate sin orden podía condenarles. De hecho, cuando se lo creyeron rozaron el gol de manera clara porque atrás España era un auténtico flan. A Piqué le hizo un caño Amiri, puso la bola al área y cabeceó Mehdi Taremi, tras adelantarse a Jordi Alba, por encima del larguero cuando tenía todo a favor.

Los últimos minutos fueron eternos. Aparecieron los fantasmas del duelo de Sochi para una España que contaba con Asensio en el campo por un Lucas que no cumplió el cometido que se le pidió. Los instantes finales fueron más o menos tranquilos, aunque requirieron de una salida de puños final de De Gea, que ganará confianza tras este partido en el que España dejó muchas dudas de su consistencia aunque tiene en su mano ser primera de grupo.

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