José Errasti | Psicólogo clínico y ensayista
«Vivimos en una sociedad irracional»La entrevista ·
«Los líderes están encantados con la confrontación: los suyos los seguirán religiosamente», aseguraJosé Errasti es profesor de Psicología en la Universidad de Oviedo. Había publicado libros y artículos de su especialidad en revistas académicas, así como columnas ... y textos sobre asuntos culturales y sociales en periódicos, pero fue 'Nadie nace en un cuerpo equivocado', escrito con su colega Marino Pérez Álvarez, lo que lo situó en el ojo del huracán. Desde entonces se ha convertido en uno de los autores más cancelados del mundo intelectual español. Nadie mejor que él para hablar de esta sociedad que parece cerrarse al debate de ciertos asuntos y en la que abundan los inquisidores vocacionales.
- Desde la publicación del libro, ¿cuántas veces han suspendido alguna charla suya o algún debate en el que estuviera prevista su participación?
- Unas diez o doce. Creo que será algo así como una de cada tres presentaciones. Al principio era casi la norma, ahora ya es menos.
- Mientras lo escribían, ¿Marino Pérez Álvarez y usted pensaron alguna vez que iba a suceder algo así?
- Sabíamos que era un asunto complicado porque encarna otros temas. Es como el canario de la mina. Lo que sucede es que hemos sustituido la racionalidad por una proclama moral. Hay buenos y malos, y si discutes ciertos temas eres de los malos. Es lo que simboliza cosas como si la voluntad debe prevalecer sobre la racionalidad o si alguien que se proclame víctima debe tener todas las puertas abiertas o debe pedírsele que lo demuestre.
- ¿Cómo hemos llegado a una sociedad en la que no se puede debatir de cualquier cosa?
- Frente a lo que a veces se dice, no estamos en un mundo más racional. Los grandes sistemas religiosos están de capa caída porque son exigentes. Pero vivimos en la religión del yo, de la exaltación del yo, por llamarla religión. Esto es algo que se viene cociendo desde después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el discurso publicitario se convierte en el patrón de comunicación social. Ese discurso se basa en decirle al consumidor que es único, especial, diferente. Y ese discurso salta a todos los ámbitos. Se convence al individuo de que el mundo existe solo para él y de que nadie puede discutirle lo que brota de su interior. Y brota lo que interesa que brote.
- ¿Por qué hay tantos inquisidores, con lo desagradecido que ha sido su papel?
- Te da altura moral, te hace ser de los buenos, de los tuyos. Antes para ser inquisidor había que estudiar un montón de años. Ahora, basta con proclamar que lo eres, que tienes una altura moral que nunca ha existido. Basta con decir que formas parte del primer grupo de la Historia que ha descubierto la verdad, que ha despertado, y eso te hace formar parte de un colectivo privilegiado. Eso no se ha producido por una labor paciente de estudio sino por una iluminación, lo que te da altura moral para decidir quién puede y quién no puede hablar.
- ¿Y por qué se usan tanto ahora expresiones como 'estar en el lado bueno de la Historia'?
- Deriva de pensar que todo obedece a categorías morales porque sí. Basta con un golpe de voluntad para ser de los buenos o los malos. Y tú eliges. Esto se opone a la labor clásica académica que se centraba en estudiar mucho para entender las cosas. Contra eso se opone ser de los buenos o los malos. Eso se adornará con algún dato histórico, faltaría más. Datos muy sesgados porque la conclusión está sacada antes del razonamiento. Un truco para llegar a priori al sitio al que deseas.
- Y se crean bandos y se cavan trincheras.
- Es que todo eso refuerza mucho el 'nosotros' y el 'ellos'. Por eso desconcierta tanto cuando aparece alguien que no es clasificable; alguien que, por ejemplo, por su postura ante el conflicto árabe-israelí no te da pistas para comprender su postura en el aborto. Porque las ideologías se plantean como 'packs' completos, con sus ideas sobre relaciones internacionales, moral sexual, su política económica, etc. Eso presupone que las ideologías son sistemas coherentes desplegados en una única línea, algo más que discutible. La gente compra identidades. Y nunca va a cambiar de opinión porque se queda sin amigos.
Odio, tabú e ideología
- ¿Hay más tabúes a día de hoy procedentes de la religión o de las ideologías políticas y sociales?
- Ya son prácticamente indistinguibles a efectos de los herejes que generan. El catolicismo está en retirada y ha colgado el cartel de rebajas; otras religiones son cada vez más ortodoxas y rigoristas, como los evangelismos o el Islam. También las ideologías políticas. Las redes sociales son fundamentales para entender esto. Y se caracterizan por el eslogan, por la brevedad y la agresividad de mensajes sin matices. Por eso, son el peor método para hablar de ideologías políticas. ¿Resultado? Nunca hasta ahora ha habido tanta extrañeza ante el otro, el diferente. Todo ello, en medio de grandes discursos de promoción de la diversidad. En cambio, en política se promociona la uniformidad. Es curiosa esta paradoja: se promociona la diversidad en lo banal pero en lo ideológico, uniformismo.
- El progreso social surge del debate. ¿Está en peligro ese progreso? Porque en algunos temas quienes plantean debatir sobre algo son acusados de odiar.
- Los argumentos basados en el odio de la otra persona son seudoargumentos. Si vamos al asunto concreto del debate sobre la ley trans, la acusación de transfobia te exime de rebatir argumentos. Como eres de los malos no estás capacitado para hablar, te dicen. Déjanos hablar solo a mí y a los míos. El debate queda anulado. Vivimos en una sociedad completamente irracional. A través de la denuncia, que pudo ser razonable en su momento, de los excesos del racionalismo, se concluye que no existe la verdad ni la racionalidad; solo existe mi subjetividad. Y a partir de ahí el debate no tiene sentido.
- Se escucha muy poco a los científicos. ¿Por qué?
- Porque son unos aguafiestas. Estudian durante muchos años y vienen a decirte que tus eslóganes están equivocados, que esta feria del narcisismo en que se ha convertido la sociedad actual, esta orgía de autorreferencias, no es correcta y estás equivocado en tus afirmaciones. Por eso, lo fácil es descalificarlos acusándolos de ideología. Es cierto que quizá no exista la ciencia que tenga cero ideología, pero desde luego existe la ideología que tiene cero ciencia.
- Y hay un exceso de ideología que además evita tener que pensar.
- Los eslóganes son comida rápida que llevas a tu casa y solo tienes que calentar. Para qué tomarte el trabajo de pensar por tu cuenta. Para qué pensar, con la labor que supone, si ya te lo damos todo pensado. Y con veinte eslóganes te manejas bien. Son como los pin, sirven para que la gente se reconozca entre ellos. Ah, tú eres de los míos. Ocurre con el lenguaje de la 'e'. Si alguien dice 'niñes', sé que es de los míos, y si no lo dice es de los otros. Y así se alimenta el sectarismo. Hoy poca gente está interesada por un análisis de la sociedad que amplíe sus puntos de vista. La ideología es como los gustos musicales o las formas de vestir.
- Todos buscamos el sesgo de confirmación.
- Claro, por eso pongo tal programa o leo tal periódico, para que ratifique mis ideas y me deje bien claro que soy de los buenos. Es como lo de ganar un debate. Siempre he entendido que lo gana quien modifica su postura. El que se queda como estaba no gana nada. Gana quien ha corregido un error. Pero esto no se ve claro en las ideologías políticas porque mi yo está comprometido en ellas. Todos sabemos que a veces discutimos sobre un tema y las opiniones en vez de moderarse se extreman y al acabar estamos más alejados que al principio.
«Es curiosa esta paradoja: se promociona la diversidad en lo banal; pero en lo ideológico, uniformismo»
- ¿Estamos asistiendo a una etapa en la que la gente, no solo los políticos, se radicaliza?
- La confrontación es la mejor forma de mantener a tu parroquia sumisa y que no te cuestione. Todo se convierte en un gran partido de fútbol en el que quieres que tu equipo gane aunque sea con un gol metido con la mano en el minuto 98. Los líderes están encantados con la confrontación porque los suyos los seguirán religiosamente.
Universidades
- ¿Cómo es posible que ahora las universidades sean lugares en los que se niega el diálogo porque se perturba a los estudiantes?
- La Universidad sufre un problema muy grave de infantilismo. Tiene que ver con eso de que el discurso publicitario se ha convertido en el patrón de todos los ámbitos. La alabanza del consumidor es hoy el dogma sagrado. Eso nace en las universidades americanas, que no olvidemos que son centros privados, comerciales. Nos encontramos con una generación que vive en la opulencia, mantenida por sus padres, en un campus con instalaciones espectaculares, que creen que son la cumbre de la Historia de la Humanidad por su altura moral; que han descubierto que toda la Historia de la Humanidad se ha equivocado hasta ellos; que la realidad es una construcción social…
- ¿Pero eso solo alcanza a los estudiantes? ¿Y los profesores?
- También. El escenario es este: yo voy con mi colega por el campus dialogando de nuestras naderías, de nuestro humo absoluto; somos los nuevos sofistas convencidos de que estamos en la élite del conocimiento mundial. Damos conferencias, los alumnos nos miran con satisfacción, tenemos nuestro ego satisfecho, un alto nivel de vida… Para mí esto es el retrato robot de la mayor indecencia que cabe pensar. El académico de una disciplina de Letras donde no hay criterios, con una actividad con su puntito de ego, que lleva una vida vacua, hedonista y encima se cree superior es la última persona del mundo que me gustaría llegar a ser. Hay muchos profesores que se centran en sus cosas políticamente correctas, dan aprobado general o casi porque lo que quieren es que les evalúen bien sus alumnos porque eso es un elemento que se usará para promocionar. Me parece una indecencia.
- ¿Y qué deben hacer?
- Los profesores universitarios, en general, tenemos una vida privilegiada. Buen trabajo, horarios flexibles, conocemos gente interesante. Pero entiendo que hay una mínima cláusula que dice que si alguna vez, sobre todo en una universidad pública, en tu sociedad se debate sobre tu tema de investigación debes salir a dar la cara. Sobre todo si ves que se está legislando de forma equivocada y eso lleva a mucha gente a tener problemas, debes levantar la mano y dar tu opinión aunque eso sea incómodo.
- ¿Hay marcha atrás? ¿Se recuperará el debate, recuperaremos la idea de que debatir es enriquecedor?
- Esperemos que se recupere. Yo soy escéptico con lo que pasaba hace sesenta años, tampoco es como para idealizarlo, pero estamos llegando a extremos ridículos. Un ejemplo: en la Universidad de Bristol, en los formularios que hay que llenar para matricularse, en el apartado de identidad, junto a 'hombre', 'mujer', 'no binario', 'fluido', etc., aparece 'gato'. No es broma. Está ahí. Y cada una de esas identidades, también la de gato, tiene sus pronombres. Hace cuarenta años eso daría para un gag de Monty Python. En realidad, vivimos en un gag de Monty Python. Ahora la regla es: haz la pelota a la subjetividad de tu consumidor, concédele lo que pida mientras sea banal. Si pides ser gato les da lo mismo. Otra cosa es si le pides un salario digno.
- ¿Tiene alguna interpretación psicológica el hecho de que cada vez más elijamos a nuestros amigos o a nuestras parejas en el círculo de los que piensan exactamente igual que nosotros?
- Antes teníamos amigos de otra ideología y hacíamos bromas sobre eso y les decíamos qué equivocados estaban. Hoy eso se ha convertido en que el otro es mala persona. Lo que impide que alguien cambie de ideología es que pierde su grupo de amigos.
- Y con frecuencia, a alguien que, por ejemplo, era del PCE y ahora es más conservador se le acusa de que en realidad nunca fue de izquierdas.
- Porque pensamos que en realidad no han cambiado sino que nunca fueron aquello. La moralización de todo es una lacra. Todo se ha sustituido por discursos morales. Las religiones tradicionales están en decadencia, lo comentaba antes, pero no así las actitudes religiosas. Esas están completamente vigentes.
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