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Gabriel Moreno, dando los últimos retoques al cartel de 'Una batalla tras otra'.

Celuloide a lápiz: así se hizo el cartel de 'Una batalla tras otra'

El cordobés Gabriel Moreno ha diseñado el cartel de la última película de Paul Thomas Anderson, que llega este fin de semana a las salas

Iker Cortés

Madrid

Viernes, 26 de septiembre 2025

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Dice Gabriel Moreno (Baena, Córdoba, 52 años) que si él pudiera ganarse la vida con el cine, no volvería a coger un lápiz en lo que le resta de existencia. Por eso cuando recibe un encargo de esta industria que le «flipa y apasiona», aparca a un lado su carrera como artista -ha expuesto en galerías y ferias de arte de todo el mundo como Nueva York, Singapur, Londres, Hong Kong, Estocolmo o Sídney- y vuelve a dejarse llevar por las reuniones interminables, los correos electrónicos a deshoras y las fechas de entrega. Y más si detrás de esa petición está un cineasta tan inquieto y brillante como Paul Thomas Anderson. El baenense ha dibujado el cartel de 'Una batalla tras otra', la película que este fin de semana llega a las salas de cine. Un afiche en el que puede verse a Willa, la adolescente en torno a la que gira la cinta, con esposas y blandiendo un arma, rodeada por algunas de las prendas que la joven luce en el filme y la bata de cuadros que Leonardo DiCaprio viste en buena parte del alocado largometraje.

A Moreno la propuesta le llegó vía correo electrónico a principios de junio. «Somos Legion Creative, una agencia de publicidad de Los Ángeles. Te hemos propuesto a Warner y Paul Thomas Anderson para hacer un cartel de su próxima película porque nos encanta tu obra», le decían en aquel email donde adjuntaban imágenes de dos trabajos suyos: una ilustración que realizó para la portada de 'Los Angeles Times' en 2009, cuando Gustavo Dudamel se convirtió en el director de la Filarmónica de California, y otra imagen de la serie 'Pizza Queen', en la que aparecía una joven tumbada junto a varias porciones de pizza, latas de cerveza vacías y una pistola. Fue precisamente la ilustración de Dudamel la que, de alguna manera, cambió su vida. «Me salió la oportunidad cuando la crisis llegó a España. Había hecho la ilustración del director para las páginas interiores y, de pronto, decidieron llevar la historia a portada, así que me pidieron otra ilustración. Yo no conseguía agente en el extranjero, pero a partir de ahí se me abrieron las puertas», recuerda el artista.

Entusiasmado con la idea de diseñar el cartel para una película cuyo presupuesto ha rondado los 140 millones de dólares, no se lo pensó dos veces y se lanzó a firmar los acuerdos de confidencialidad que exigen este tipo de trabajos. Vio el filme en junio, en la sala que Warner tiene en sus oficinas, y salió encantado: «Creo que va a tener muchas nominaciones a los Oscar. Los papeles de Leonardo DiCaprio y Sean Penn son geniales y es muy entretenida, pero además tiene esa cosita especial», avanza.

Ya en la primera reunión supo que querían un cuadro similar a los que elabora para Bartoux, las galerías parisinas con las que tiene exclusividad. «Me dijeron que les gustaba mi forma de representar a la mujer», explica. Hubo bocetos donde se recogía la relación padre e hija que desarrolla la película, pero pronto Willa, el personaje al que da vida Chase Infiniti, se convirtió en el centro de este obra dibujada exclusivamente a lápiz que atesora en su composición algunos de los objetos clave de la cinta y varias instantáneas que funcionan a modo de fotogramas. No fue fácil porque la compañía fue demasiado celosa con el material de la película y ya habían dejado claro a Gabriel que la actriz no iba a estar disponible para hacer una sesión de fotos. «Para desarrollar un cuadro de estas características, busco a la modelo, pienso los elementos de la composición y me tiro un día haciendo unas 600 fotografías, de las que luego salen quince cuadros, pero aquí eso iba a ser imposible. Hice una sesion de fotos con una modelo de cuerpo, y luego tuve que encajar la cara de la actriz. Si hubiese tenido al menos una sesión de 40 minutos con ella, hubiese conseguido otro aspecto algo mas suelto y atractivo», comenta quien se enfrentó a este reto con la idea de «no decir nunca que no», consciente de la facilidad con la que se pueden caer este tipo de encargos.

Pese a todas las dificultades, esta «contento y orgulloso» del resultado. «He estado pringado todo el verano, haciendo bocetos, pero al final la ejecución del cuadro ha sido en quince días, cuando normalmente hacer uno me lleva un mes y pico», apunta. Moreno acabó el cuadro el 27 de agosto y el 1 de septiembre ya tuvo el 'ok' por parte de la compañía a una pieza que ha convivido con los carteles fotográficos de la cinta y que se ha exhibido en el Festival de Cine de San Sebastián, en pantallas retroiluminadas en Los Ángeles y se ha dejado caer por las redes sociales de Warner Bros.

Un premio Feroz

Moreno ya ganó un premio Feroz al mejor cartel por 'El hombre de las mil caras', la película que dirigió Alberto Rodríguez sobre el espía Fernando Paesa. Tampoco fue fácil. Recuerda que cuando presentó los primeros bocetos, de corte más artístico, en una de las reuniones todo el mundo parecía estar satisfecho. Esa misma tarde, recibió una llamada pidiéndole que cambiara de dirección. «Es complicado -señala- porque nadie quiere tener la responsaiblidad de ser el primero en levantar la mano y decir que no lo ve». Sin embargo, «la experiencia fue una pasada. No ha sido de mis trabajos más importantes, ni de los que me hayan dado más dinero, pero personalmente ha sido el proyecto más bonito por lo que viví. Parecía que había hecho yo la película», cuenta quien viajó con el equipo al festival de San Sebastián a presentar la película.

Moreno, durante la elaboración del cuadro.

Por aquel entonces Moreno aún compaginaba su labor como ilustrador, con campañas importantes para Repsol, Nike, Coca-Cola o Rolex, con una incipiente carrera artística que poco a poco iba ganando terreno. Poco se podía imaginar, cuando empezaba, que un buen día saltaría de hacer el logotipo de la Cooperativa Olivarera Nuestra Señora de Guadalupe a hacer la campaña de la primera cerveza light que irrumpía en el mercado español de la mano de Mahou, con decenas de lonas publicitarias colgadas por ciudades como Barcelona, Madrid o Sevilla.

«Fue exactamente así. Tuve mucha suerte porque yo no sabía hacer ilustraciones con tintas planas. Lo intentaba, pero me salía horrible, así que me dije: 'Voy a intentar copiar ese tipo de ilustraciones, pero dibujándolas a lápiz'. Y de pronto, no sé por qué, en el mundo empezó a llevarse ese estilo». Puso su portfolio en Domestika en 2007, en marzo la revista 'Computer Arts' lo seleccionó como uno de los veinte nuevos talentos más importantes en ilustración y en mayo ya lo llamaron para trabajar. «Fue todo muy rápido porque no había mucha gente que hiciera eso», argumenta.

Pero con el tiempo, tras decenas de campañas exitosas, el mundo de la publicidad le empezó a pesar. «Me cambió la vida, pero acabas superquemado y luego, por lo menos en mi época, en España había muy poca seriedad y profesionalidad y cada vez aguantaba menos tratar con cierta gente. Ahora solo acepto proyectos de publicidad que sean muy chulos. Por ejemplo, si hay algo de cine que me interesa, les digo que no me importa el presupuesto, pero que mi idea es esta y que si están de acuerdo vamos para adelante. Al final, con lo que pago la hipoteca es con mis cuadros», dice.

No en vano, uno de 2x2 metros puede rondar los 47.000 euros. Eso sí, no para de dibujar en todo el día. «Esto es una fábrica de cuadros. Yo ahora trabajo infinitamente más que cuando era ilustrador, pero con un horario. No me quedo hasta las seis de la mañana sin dormir porque tenga una entrega», explica un artista que tiene a su cargo a cinco personas en el estudio que posee en Madrid porque la galería le exige mínimo 30 cuadros al año. «Si estuviera solo, no podría hacer más de diez», apunta.

El 'storytelling' de la Gioconda

Llano y directo, asegura que en el mundo del arte «hay mucha tontería» y pone como ejemplo esa necesidad que imponen las galerías de tener un discurso y explicar por qué un artista hace lo que hace. «Hay compañeros artistas que saben venderse muy bien. 'Yo encontré en el óleo mi herramienta para expresarme'. No, perdona, tu haces esto porque eres bueno con esta técnica, igual que yo soy bueno con el lápiz», apunta al tiempo que se pregunta, con evidente sorna, qué 'storytelling' tiene la Gioconda. Pese a todo, él ya se ha armado una buena teoría de por qué acostumbra a dibujar mujeres sensuales y con carácter. «Pinto lo que pinto porque yo desde pequeño me he enamorado de personajes que no son reales, que no existen. Me he enamorado más de 'La sirenita', que de la amiga de mi pandilla y lo que busco cuando pinto es producir esa sensación, el pellizco en el estomago, crear personajes como el doctor Frankenstein de los que alguien pueda enamorarse. Yo cuando dibujo la boca o el pecho busco esa sensualidad y quiero que quien pase por delante de uno se quede pillado».

Su técnica ha ido evolucionando con los años. Antes hacía todas las obras en blanco y negro porque no sabía usar el color con el lápiz, pero le llamaron para hacer un mural en una feria de Hong Kong y decidió tratar de introducir color con unas telas. «Quedaba raro, pero me puse a sombrear las telas con negro y ya encajaba todo». Eureka, una limitación menos. Con el color y la introducción de distintos elementos -un blister de pastillas, un bate de beisbol, un perrito caliente-, impacta en el espectador, aunque reconoce que a veces le ha podido quedar «un pastiche cutre». «Ahora estoy volviendo a hacer cosas más sencillas, buscando un equilibrio para que quede más elegante», comenta.

-¿Qué consejo daría a alguien que está empezando?

-Que no empiece (risas). Es muy difícil ganarse la vida con esto. Lo único que puedo decir si quieres ser artista es que vas a trabajar más que preparando unas oposiciones a una notaría. Y en ilustración ocurre un poco lo mismo. Tienes las redes sociales, pero ahora destacar entre toda la morralla es muy difícil.

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