Viaje a ninguna parte
MECLADO, NO AGITADO ·
Cuando Luna Ki proclama desde YouTube con aire mayestático y enjundia intelectual: «Creo sinceramente que Luna canta sin autotune, pero Luna Ki canta con autotune ... porque así es mi proyecto», me ha hecho caer en la cuenta de que tal vez Pedro Sánchez tunea sus discursos con la ayuda de ese invento, puesto que una de las ventajas del mismo es la de enmascarar inexactitudes y errores.
No sé si las mentiras de nuestro presidente las ha diluido ese software de corrección de tonos e imposturas, pero lo que es incuestionable es que sigue encalomado en el poder, tal vez a consecuencia de la ayuda de tantos vergonzantes artificios con los que ha disfrazado su gestión. Hasta tal punto que es posible que cualquier día nos sorprenda como si fuera una psicofonía de Carlos Jesús, diciéndonos que ha nacido en el planeta Raticulín y que gobierna, mediante señal de radio, desde Ganímedes. Que hasta podría ser verosímil dada su reiterada incomparecencia en el Congreso de los Diputados.
Y es que los entresijos de su patológico ego le permiten atribuirse, con denuedo, un supuesto reconocimiento internacional, por lo que no sería extraño y por darse pote, que nos relate –aunque algún alma caritativa le diga que no es positivo para su imagen– que estuvo en Downing Street en las innumerables fiestorras que organizó Boris. Y ello aun cuando el pelo panocha proclame, desde su engreimiento británico, que jamás le cursó invitación alguna para sus party's –en los que tantos debieron acabar «ebrios de alcohol y largos besos» parafraseando el poema juvenil de Neruda–. Por ello ese afán con el que Moncloa, y su maquinaria de propaganda, nos larga de vez en cuando fotos suyas con impostado aire de estadista universal –la última en holograma de falso Gila con maletón de presidente incluido en primer plano– por si no nos hemos enterado de que es él con el teléfono rojo (volamos –en Falcón– hacia Moscú) sugiriéndonos, como el que no quiere la cosa, que media con Putin de tú a tú sobre el conflicto de Ucrania, para luego comentárselo a los líderes europeos como si poseyera una estrategia frente al oso ruso.
¿Y qué decir de la cumbre de la OTAN y su infructuoso paseíllo de 20 segundos tras un ajeno Biden?... Pues que para enmascarar a posteriori aquel ridículo se plantó en Nueva York, los Ángeles y San Francisco, para reunirse con altos mandatarios.
A estas alturas de la película nada se ha dicho sobre cuál fue su séquito, y cual el alcance de los contactos que allí pudo tener: secreto de Estado. Así que seguimos a dos velas aunque barruntemos que su paseo por la Quinta Avenida no fue más que marketing aldeano de un político que todo lo basa en la fatuidad de la ignorancia, y que se alimenta con la petulante narrativa de unos logros internacionales irreales. Y que es un timo tan descarado como lo fue el petardo de la pareidolia de Bélmez.
Una pregunta: ¿Sería posible nombrar Presidente del Gobierno –al modo Draghi– a Rafael Nadal? Si es afirmativo, yo le voto.
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