Atrapado por las tierras raras
Negociar la dependencia de China en estos preciados recursos requiere un frente unido que Trump no sabe consolidar por las humillaciones a sus aliados
Rosario Morejón Sabio
Doctora en Psicología y analista de Relaciones Internacionales
Jueves, 30 de octubre 2025, 22:16
El presidente de EE UU creía haber encontrado la artimaña perfecta al instaurar un régimen de extorsión generalizado frente a sus socios comerciales. Sin contar ... con el más poderoso y retorcido de todos ellos: la China de Xi Jinping. Los presidentes de las dos superpotencias se verán las caras en Corea del Sur con ocasión de la cumbre de Cooperación económica Asia-Pacífico (APEC). Es el primer reencuentro de Donald Trump con Xi desde su regreso a la Casa Blanca en enero. Las tensiones no han estado nunca tan vivas.
El conflicto comercial que Donald Trump lanzó en abril al multiplicar los derechos de aduana contra el mundo entero ha creado una inestabilidad generalizada que no tiende a desaparecer. El 'pacificador' no se vanagloria de los resultados de este orden de negociaciones. Artero él, más astutos los dirigentes chinos. Pekín amenaza con controles drásticos sobre la exportación de sus tierras raras. A solo un mes de que expire la tregua que las dos naciones se habían concedido, esta medida tensa la competitividad chino-estadounidense. El día 9 China reveló las restricciones sobre el uso de esos minerales esenciales para cibernética, automóvil, energía o armamentos, minerales de los que Pekín controla el 60 % de la producción y el 90 % del refinamiento. Y que puede proporcionar a muy buen precio: un tercio inferior al de sus competidores.
«Nunca pensé que llegaríamos a esto», se indigna el presidente de EE UU. Las firmas extranjeras estarían obligadas a solicitar licencias para tener el derecho de comercializar sus propios productos cuando estos contengan estas tierras raras, incluso fuera de China. El pretexto de los asiáticos es velar por sus «intereses de seguridad nacional». Durante mucho tiempo los occidentales han menospreciado la dimensión geopolítica de las tierras raras. Desde hace treinta años, China se ha entregado al dominio de toda la cadena de aprovisionamiento de estos recursos. Tarde o temprano, Pekín se serviría de esta riqueza como palanca de presión.
En la cumbre Asia-Pacífico se dirime la orientación económica y militar para los próximos treinta años
Estados Unidos está pillado en su propio juego. China hace lo que ha practicado en otros ámbitos: copiar y sofisticar el 'saber-hacer' de otros. El imperio del Medio emplea las mismas armas que el magnate de las inmobiliarias. Xi Jinping demuestra que no tiene intención de plegarse al dictado estadounidense y que cuenta también con medios para imponer sus condiciones al resto del planeta. En represalia, Trump anuncia más aranceles del 100 % desde el 1 de noviembre.
Este episodio de la confrontación chino-estadounidense exige cierta retrospectiva. Lejos de hacerse la víctima, EE UU la inició. Desde 2020, aplica una oscura disposición legal, la 'regla sobre los productos extranjeros directos'. El objetivo apuntaba a la tecnológica china Huawei, que el Gobierno norteamericano consideraba una amenaza para la seguridad nacional. Así, Washington decretó que ninguna empresa, dondequiera que se encontrase en el mundo, podía facturar un producto a Huawei si contenía piezas o programas estadounidenses. La Casa Blanca queda muy mal posicionada para ofuscarse ante las medidas idénticas esgrimidas por China.
Los chinos elevan el desafío antes de la cumbre Xi-Trump porque el 'rey de las palinodias' les ofende con imposiciones a sus barcos cercanos a las costas estadounidenses o la creación de una lista negra de empresas chinas, entre otras contrariedades. Washington también pontifica a sus aliados occidentales y asiáticos contra la fiabilidad del gigante oriental. «Si China pretende ser un socio poco fiable para el mundo, entonces el mundo tendrá que desvincularse de ella», exhorta el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Los consejeros de Trump olvidan que, en fiabilidad, la cuota estadounidense ha disminuido seriamente dado el serial de retractaciones de su presidente sin importarle la trascendencia de sus veleidades. En esta guerra de mensajes, los asiáticos no regalan los oídos al interlocutor americano.
Negociar la dependencia de China en tierras raras requiere un frente unido que Trump no sabe consolidar. La relación de fuerzas de la que EE UU creía disponer respecto a su contrincante oriental se desinfla en las democracias occidentales y asiáticas por las humillaciones del republicano a sus supuestos aliados. Su poder de presión debe decaer porque Europa no puede ser la víctima colateral de esta batalla comercial chino-estadounidense. Trump frustra a Zelenski, a la 'coalición de voluntarios' cuando Putin le habla de negocios. No es fiable con la UE ni con la OTAN, y frente a Xi no tiene todas las cartas.
En la cumbre Asia-Pacífico se dirime en buena medida la orientación económica y militar para los próximos treinta años. A la UE no le corresponde ser espectadora de un proceso teledirigido por Trump. Energía, industrias, defensa exigen a Europa asegurar suministros y reservas de unos componentes vitales para su soberanía: las tierras raras.
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