Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, el mundo se conmocionó por las fotografías que los soldados aliados tomaron de los campos de concentración nazis. Hombres ... y mujeres desnutridos, casi en los huesos, con miradas vacías tras las vallas electrificadas; cadáveres apilados y hornos crematorios aún humeantes. Una muestra palpable de hasta qué punto podía llegar la crueldad del ser humano. Y un grito: «nunca más». Hoy, 80 años después, el mundo vuelve a enfrentarse a imágenes durísimas de niños desnutridos cubiertos de polvo y sangre; hospitales colapsados, cuando no destruidos; decenas de miles de muertos; desolación y escombros. Gaza destruida.
Tras los terribles atentados del grupo terrorista Hamás el 7 de octubre, con centenares de muertos, escribí en esta columna que Israel tenía el derecho a defenderse y responder a esa terrible masacre. Pero también que lo debía hacer de manera proporcionada, sin saltarse el derecho internacional ni atacar a la población civil. Ellos, que padecieron los horrores del nazismo y durante años han sufrido también el ataque indiscriminado de quienes, desde el fanatismo religioso, quieren acabar con su existencia, no podían caer en ese error. Desgraciadamente para todos, no ha sido así y Netanyahu sigue adelante con su plan de borrar a Gaza del mapa.
Israel lo niega todo, pero no permite que allí haya periodistas, los únicos que podrían contar la verdad. En su ausencia, el recurso que nos queda son las fotografías y vídeos que está difundiendo por internet el pueblo gazatí. ¿Son verídicas estas imágenes? En principio, no parecería prudente creer todo lo que estamos viendo, porque Hamás tiene una larga historia de manipulación en este sentido. Pero lo que sí tenemos son los testimonios de los que han conseguido entrar en Gaza, organizaciones absolutamente fiables como la ONU, Médicos sin Fronteras o la Cruz Roja, que están contando de manera inequívoca el horror que se está viviendo, las muertes diarias, los bombardeos a escuelas y centros sanitarios, la destrucción sistemática de todas las infraestructuras, la falta de alimentos y la hambruna. En definitiva, están confirmando al mundo que lo que estamos viendo efectivamente no parece distar mucho de la realidad.
¿Y qué estamos haciendo para detener esto? EE UU, el único que podría frenar a Israel, le apoya sin fisuras, haga lo que haga. El resto del mundo mira para otro lado. Y los ciudadanos parece que nos hemos anestesiado y esas imágenes del horror ya no nos conmueven. Las fotografías de los campos de concentración nazis las conocimos a posteriori, pero las de Gaza las estamos viviendo en tiempo real. Y, sin embargo, no parecemos inmutarnos. Ese es el triste legado que estamos dejando a generaciones futuras que, cuando echen la vista atrás, quizá se pregunten de nosotros lo mismo que nosotros nos preguntamos de lo que ocurrió con los nazis. ¿Pero cómo fue posible que el mundo no hiciera nada ante semejantes atrocidades?
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