Hacia 1920, Josephine Baker enseñaba las mamellas junto a una exigua falda de hojas de plátano como todo atuendo. Y en España en un espectáculo ... de variedades se publicitaba que una vedete llevaba 'por todo vestido' una perla en el ombligo. Y Rigoberta Bandini en Benidorm Fest, en un alarde de liberación ¡a estas alturas! enseñó una teta, que poco puede sorprendernos con el profuso desnudo pectoral de las mujeres, sin más sonrojo, en playas y piscinas; lo que nos hace afortunados a los que no nos sentimos nacidos en un cuerpo equivocado y contemplamos esa naturaleza, tanto en su esplendor como en su declive, con respeto, curiosidad innata y deleite en más de un caso. Tampoco faltó folklore de pandereta con Tanxungueiras en esa búsqueda de plurinacionalidades que diría Bendodo. Pero mira por dónde, y no con pocas críticas políticas, el jurado profesional eligió a Chanel, a la que poco le faltó en su actuación para haber lucido sólo unas gotas del perfume, de su mismo nombre, del que dijo Marilyn Monroe que era lo único que se ponía para dormir. En Turín exhibió sus gracias ignorando la retórica de la cosificación, en un ejercicio de libertad personal frente a tantos disparates políticos que parecen competir, por el otro extremo, con aquella humillante y retrógrada Sección Femenina de la dictadura –conocida como bragas viejas– de la falangista Pilar Primo de Rivera.
En Slowmo, con coreografía de indisimulados magreos, una estrofa dice: «Te gusta to lo que tengo/te endulzo la cara en jugo de mango/ Se te dispara cuando la prendo/ Hasta el final, yo no me detengo». Palabras y gestos tan explícitos que, inevitablemente, me hace rememorar, con nostalgia, músicas de antaño de tantos que tradujeron sus sentimientos en boleros y baladas, que poetizaron, incluso como Agustín Lara, la tóxica relación que tuvo con aquella devoradora de hombres que fue María Félix. En Eurovisión muchos de los que participan se descoyuntan en bailes sincopados y reivindicaciones de cualquier cosa, porque sin mensaje (político o politizado) no hay éxito que valga. Ocurrió hace pocos años con Conchita Wurst, y este año con Ucrania –al margen del drama de su guerra– mediante votación confusa retocada por la UER.
Dejé de atender el Festival porque la edad me ha distanciado de cualquier atisbo de curiosidad hacia un espectáculo que me parece intrascendente. Desde aquel año en el que Serrat declinó participar porque quería hacerlo en catalán –lo que en tiempos de su 'excremencia' fue una afrenta inadmisible–, poco a poco el concurso me pareció más esperpéntico, y muy lejos de cuando se buscaba música melódica, sensual, y con letras cercanas a lo poético, y voces excelsas, como Mocedades en 1973 con su 'Eres tú'.
Este año podrían haberse ahorrado lo de Benidorm presentando directamente a Margarita Robles, como autora de la canción «sustitución, cese, destitución» e interpretada por Gabriel Rufián, que canta (secretos oficiales) que es un primor.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión