Años ha, en las emisoras de radio se realizaban programas en los que los oyentes solicitaban una canción para dedicarla «a mi madre o a mi tía, o a Mari Pili que me estará escuchando». Pues bien, hubo un individuo que pidió 'Arriba Elche y Roma' confundiendo, desde un localismo encomiable, 'arrivederci' con 'arriba Elche' (lo de Roma era para aquel claramente secundario).
Tras el fallecimiento repentino de un afamado cocinero de León, se encontraron casualmente dos amigas en la calle y tras los saludos de rigor, comentaron consternadas el suceso aclarando una de ellas que el susodicho, había fenecido de un fallo 'multiorgásmico'. Lo que, según se mire, tampoco debe estar tan mal. Yo no oculto que puestos a elegir lo haría así y no de un fallo multiorgánico.
Lo anterior viene a demostrar las entendederas que se gastan algunos y el pervertido uso que se puede hacer del lenguaje.
En arquitectura, el concepto de resiliencia describe la capacidad de adaptación de un elemento constructivo a los esfuerzos a los que se le somete durante su puesta en uso o, por contra, su agotamiento por fatiga. Pero hete aquí que desde esa fábrica de léxicos hueros en la que se ha transfigurado la política española, parece que lo único útil es el hallazgo de palabras de alguna manera esotéricas –al menos para el común de los mortales–, empleándolas como conceptos impropios con los que seducir a la sociedad, o al menos intentarlo; son señuelos con los que distraernos del meollo de los verdaderos problemas, y si es posible embaucarnos. No hablo de algoritmos porque empalaga.
Un ejemplo es el plan de 'resiliencia' para 2050 donde, junto a una retórica cargada de simplezas, lo que se puede deducir es un mensaje subliminal, que da a entender que el actual presidente del Gobierno lo seguirá siendo en ese lejano horizonte, querámoslo o no, porque se habrá apalancado como un caudillo sempiterno por la gracia de la retórica vacua y el consejo áulico del barranquista que alimenta su ego. Pero por el momento, y hasta llegar a esa lejana mitad del siglo XXI, nos ilumina sobre un futuro que nos asemeja a la Cuba de las últimas seis décadas; y en donde entre brochazo y pincelada, se nos alerta de que el uso del coche y el consumo de carne, ropa y vivienda, estarán restringidas y condicionadas a lo que se le ocurra a él o a su corte. Por tanto poco puede ya sorprendernos oír igualmente a ministros imitando como simios el mismo pernicioso enredo lingüístico, cuando desde su didáctica analfabeta nos aclaran que el líder Polisario llegado a Logroño no lo hizo con un pasaporte falso sino con otra identidad. O que los indultos a los políticos sediciosos es algo que debemos aceptar con naturalidad, añadiendo, al desaliñado adoctrinamiento, la verborrea de que no debemos ser vengativos ni revanchistas. Tanta obscenidad política y decadencia moral, son un vómito vertido sobre la decencia más primigenia de tantos ciudadanos honrados, que haberlos haylos.