Sobra mucha gente. Hay muchos jubilados cobrando pensiones y el sistema no aguanta. Esto del coronavirus va a venir muy bien para ahorrarnos dinero en ... las pensiones». No daba crédito cuando escuché esto a un taxista la semana pasada en Madrid. Y no lo decía de coña. Y no tenía treinta años, no, tendría unos sesenta. Que se mueran todos menos él, ¿no? Le dije que me parara ahí mismo. Pagué y me bajé. Tuve que coger otro para llegar a mi destino.
Lo malo es que no es el único que lo piensa. En los grupos de guasap estos días más de uno ha escrito que esto del coronavirus no es para tanto, que total «solo se mueren los viejos». Este tiempo que nos ha tocado vivir discrimina por la edad. Hemos avanzado, afortunadamente, en la lucha contra la discriminación por raza, sexo o religión (excepto si eres católico, de lo que hablaremos otro día), pero, en cambio, nuestro país se ha instalado en la discriminación por la edad. Si tienes más de sesenta años ya no puedes dedicarte a la política ni ocupar puestos de relevancia ni tener presencia social ni tus opiniones son tenidas generalmente en cuenta.
Y todo esto ha alcanzado el clímax con el coronavirus, que en esta situación de histeria colectiva, deja al desnudo nuestras miserias y nuestras carencias. Cuando estos días dan las cifras de los fallecidos por el virus, más de uno ha insistido en las tertulias que «¡bah!, no pasa nada, los que mueren son todos viejos».
Hace unas semanas, publicaba ABC esta noticia: «Holanda aprobará una pastilla letal para los mayores de setenta años cansados de vivir». Una pastilla que no necesitará prescripción médica ni justificar un problema de salud. Es una manera de decirles a los mayores que se mueran. Había una canción hortera titulada «Que se mueran los feos». Ahora, en cambio, sería «que se mueran los viejos».
Es nauseabundo que el mensaje tranquilizador ante esta pandemia sea que solo se muere la gente mayor, como si fuesen prescindibles. En una sociedad tan longeva como la nuestra, hay muchos ancianos, es decir, que el impacto puede ser enorme. ¿Es que sus vidas son menos importantes? ¿No son todas las personas igual de dignas? Los que dicen esto, ¿no tienen padres? ¿Dónde está esa sociedad que respetaba, escuchaba y tenía en un lugar preferente a sus mayores?
En La Rioja, ayer fallecía la primera persona por coronavirus, pero como era «de edad avanzada» me decían que se daba por descontado, como si no fuera tan grave. Ante el coronavirus, el mensaje es sálvese quien pueda, y si los que se mueren son mayores de sesenta y cinco años, ni cuentan, incluso parece ser un alivio para el sistema. La epidemia de coronavirus ha dejado al descubierto una epidemia miserable de deshumanización. Definitivamente este es no país para viejos.
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