«Quevedo, Hita y las bombas»
Les resultará conocido este verso: «Poderoso caballero es don dinero». Es el estribillo de una letrilla satírica escrita por Quevedo en 1603. En aquel tiempo ... como en el de hoy, la importancia del dinero es muy similar. Me refiero a la relación entre dinero y sociedad y entre dinero y conquista del poder.
El poeta con su agudeza característica nos deja constancia del acceso al poder que se tiene cuando se posee riqueza, y del propio poder intrínseco del dinero: «hace todo cuanto quiero»; «al cobarde hace guerrero»; «da autoridad al gañán y al jornalero».
En el siglo XIV, el arcipreste de Hita, en el Libro de buen amor, nos advierte de los peligros del dinero y entre otras cuestiones cita que «a muchos clérigos necios dábales dignidades, / hacía de verdad mentiras, y de mentiras verdades».
Habrás sabido, querido lector, el porqué de este brevísimo repaso de versos que, siete siglos después, mantiene toda su actualidad.
De una parte, cómo el poder lleva al dinero, a tener, a la corrupción —algo que, se sea del color que se sea, parece un clásico en nuestro país, quizás herencia socio-genética de aquella picaresca tan bien dibujada en El Lazarillo de Tormes, y después concienzudamente preservada en bajas y altas instancias—.
De otra parte, el envés de la moneda, cómo el dinero da el poder «da autoridad al gañán». Así ha sido como un gañán (no como sencillo labriego, si no como persona tosca, inculta, basta) prepotente consiguió un segundo mandato en el país más poderoso de occidente y comenzó a levantarse cada mañana con una ocurrencia, cada vez más antidemocrática, racista y peligrosa, como ocurrió el 21 de junio.
El personaje que preside EE UU, agarrado a su condición de económica y de poder, se toma todo (cotidiano o mundial) como algo personal, perpetra sus ocurrencias, guarda sus rencores para convertirlos en ataques y se empodera pisando (rasgos muy indicativos de una baja autoestima, manifestada en sobreautoestima). La contradicción y los cambios repentinos (o no) de planes son otras de sus constantes.
De este modo, el hombre que hace apenas dos meses dijo que «Washington firmaría rápidamente un acuerdo nuclear con Irán», o que se daba dos semanas de reflexión para tomar una decisión, tardó solo dos noches de turbulencias mentales para usar las poderosas bombas GBU-57. Encogiendo, así, el corazón de países y personas ante la posibilidad de una escalada bélica, económica sin precedentes.
Entre esta mañana y la mañana en la que salga esta columna, no sé qué habrá ocurrido. «Dum spiro spero», mientras respiro espero, que dijo Cicerón. También espero, a más largo plazo, que los líderes políticos actúen para ser útiles a la sociedad y cese el grave problema al que alude Winston Churchill: «El problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes».
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