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Sentí que me miraba y que me interpelaba sin hablar. Fueron segundos, los suficientes para que los ojos de aquel niño me atravesaran la conciencia. ... Ese bebé era sólo mirada, estaba tan famélico que sus ojos se agrandaban sobre el reducido tamaño de su cuerpo. Aquellos grandes ojos observaban desorientados. El telediario cambió de noticia pero su mirada permaneció en mí. ¿Qué pensará?, me pregunté, si es que se puede pensar con tan solo cinco meses de vida y de qué vida. Llorar de hambre y de miedo. El niño se llama Suwar Ashur y recibe tratamiento por desnutrición en el Hospital Nasser en Khan Yunis en Gaza. No es el único y más desde que al exterminio de la población civil se suma el desabastecimiento intencionado propiciado por Israel. Impedir que llegue la ayuda humanitaria convierte el hambre en un arma de guerra más eficaz y silenciosa que las bombas. Los ancianos dicen que muchos no están muertos porque la Muerte ya no da abasto. Las imágenes que circulan por internet de la desnutrición general entre la población de Gaza son demoledoras.
Nuestra memoria retiene siempre lo que le impresiona y compara recuerdos. La imagen del niño que sólo es mirada me lleva pensar en otras miradas, igualmente extraviadas que habitaron otros cuerpos también modelados por el terror y la maldad en estado puro. A mi mente acuden las imágenes de los supervivientes de los campos de concentración nazis cuando las tropas aliadas abrieron las puertas y se encontraron de frente con el horror y la ignominia que trató a personas como animales. Durante años hemos y seguimos viendo en reportajes y películas esas miradas que expresan total desolación. Así aprendimos a detestar el nazismo como exponente máximo de la perversidad del ser humano que convierte el odio a otros en un arma de destrucción masiva.
El hipócrita Donald Trump dice que le ha dicho al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que «tenemos que ser buenos con Gaza», que hay que permitir la entrada de alimentos y medicamentos a la Franja. La respuesta ha sido contundente, Netanyahu va a conquistar Gaza y se va a asentar en ella de forma permanente ante el inmoral silencio de la comunidad internacional.
Netanyahu, un político sin escrúpulos cercado por casos de corrupción, tiene el visto bueno de Trump para quedarse con Gaza y levantar sobre el nuevo campo de exterminio al aire libre un complejo turístico que explotarán a medias. El olor a cementerio lo ahuyentará el viento del olvido. Trump fantasea con ser inmensamente rico y poderoso. Sueña con ser premio Nobel de la Paz, no le importaría ser Papa (aunque no sea católico) y aspira a ser coronado emperador del mundo por los líderes de la ultraderecha mundial que lo veneran como a un dios. La mirada del niño famélico nos acusa, el silencio nos deshonra.
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