Escuchando el debate sobre las palabras de un cantante, en alguna de sus actuaciones, que se atrevió a decir que odiaba a los rojos, llamó ... mi atención la facilidad con que se pedía tomar medidas contra los excesos verbales de dicho intérprete. Lo de menos fue contra quien iban dirigidas sus palabras –habría sido lo mismo si, en vez de los rojos, los odiados hubiesen sido los azules–, me resultó llamativo que varias intervenciones iban en la dirección de presionar con castigos económicos, como no contratarle, para escarmentar su audacia verbal que, evidentemente, no es de alabar. El polémico asunto me llevó a reflexionar sobre la libertad, tanto sobre la libertad de palabra como sobre la libertad de obra. La libertad de pensamiento, afortunadamente, no puede estar sujeta a ninguna restricción, aunque mi amigo Clodoaldo, que es de natural filosófico y se enzarza en polémicas y discusiones consigo mismo, dice que el enemigo –él siempre habla del enemigo, pero nunca aclara quién es– ha conseguido que censuremos nuestro propio pensamiento.
Ha venido a mi memoria el poema 'Para la libertad', de Miguel Hernández, al que puso música Serrat y le dio un vuelo que jamás hubiese tenido sólo con la valía del poeta. Cuando no hay libertad, es muy fácil pedirla y reconocerla. En la dictadura teníamos muy claro qué libertad pedíamos y sabíamos para qué. Otra cosa era el grado de compromiso en la petición, que también formaba parte de la libertad individual. Sin embargo, lo que son las cosas, cuando vivimos en libertad política y social, con todas sus limitaciones, somos propensos a recortarla, eso sí, sólo a quienes no piensan como nosotros. Así, hay quien considera libertad de expresión insultar al Rey, pero juzga sancionable el insulto a otros gobernantes; y viceversa. Para unos, mofarse de símbolos religiosos católicos es libertad de expresión, pero, si la mofa es a alguna otra confesión, es atentar contra la libertad religiosa e, incluso, delito de odio; y viceversa.
Quizá estas sinrazones hayan ocurrido siempre, pero tengo la sensación de que el actual estado de confrontación política, el muro que algunos se han empeñado en levantar entre unos y otros, comienza a obnubilar las mentes y a hacer que muchos pierdan el buen juicio, llegando a borrar los contornos de las ideas, sustentadas por palabras como libertad.
Leer poesía siempre es una buena idea, también es un buen momento para leer 'Para la libertad'. Y también para recordar las palabras del filósofo Voltaire, cuando decía: «Puede que no esté de acuerdo con lo que tienes que decir, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».
Pues eso, que cunda el ejemplo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión