Basilio Gurrea: justicia y memoria
Un tributo debido al alcalde de Logroño, asesinado el 5 de agosto de 1936 en la tapia del cementerio, en pleno ejercicio legítimo de sus responsabilidades municipales
Jesús Vicente Aguirre
Autor de 'Aquí nunca pasó nada. La Rioja 1936' y miembro de la Asociación La Barranca
Domingo, 7 de diciembre 2025, 20:46
Basilio Gurrea tenía 61 años cuando fue asesinado en 1936. Odontólogo de profesión, estaba casado con Isabel Ortiz de Zárate. Tenían seis hijos. Su voluntad ... de servicio a la ciudad se había iniciado en 1903, como concejal del Partido Liberal. Su trayectoria progresista, liberal y republicana, le llevó a ser detenido tras el levantamiento republicano de diciembre de 1930, y trasladado a la cárcel, de la que salió en enero de 1931.
En las elecciones de abril de ese año, que culminaron con la proclamación de la II República, fue elegido primero concejal, y desde septiembre de 1932, alcalde de nuestra ciudad. Gurrea se integra, como otros muchos republicanos (liberales, progresistas e incluso conservadores), en Izquierda Republicana tras la formación del Partido en abril de 1934. En septiembre de ese mismo año será apartado de su cargo y del Ayuntamiento, junto con los concejales republicanos y de izquierdas, por decisión del gobernador Fernández Menárguez, radical-cedista. La victoria del Frente Popular en febrero de 1936 les devuelve la representación obtenida en las urnas. Gurrea, de nuevo alcalde, presenta su dimisión el 17 de julio de 1936 por motivos de edad, asunto que deberá discutirse algunos días más tarde. No hay tiempo. La sublevación militar contra el gobierno constitucional y republicano estaba en marcha.
Basilio Gurrea, partícipe en muchos ámbitos de la vida logroñesa (Liga de los Derechos del Hombre, Ateneo Riojano, Club Rotario), ingresa en la cárcel de Logroño el domingo 19 de julio a las 11,30, detenido con el médico Ricardo Vallejo y otros. El día 20 es trasladado a Pamplona, donde el general Mola, amigo de la familia, y alguna vez paciente del doctor Gurrea, no quiere verle. Así lo cuenta Iribarren, secretario del militar en su libro 'Con el general Mola': «No quiero verlo», y añade: «Ha sido amigo mío y me ha sacado muchas muelas; pero, ¡no hay más remedio! Si mañana no termina en Logroño la huelga general, lo fusilo». La huelga acabó, y el alcalde Gurrea fue asesinado. En la madrugada del 5 de agosto. La Cruz Roja recogió su cadáver en las tapias del cementerio de Logroño. Llevaba encima, escriben en sus cuadernillos, un reloj de pulsera de oro, una pluma estilográfica, un peine, llaves, sellos y la insignia de Logroño.
Con la llegada de la democracia, Basilio Gurrea pudo por fin ocupar el lugar que le correspondía en el salón de retratos del Ayuntamiento logroñés. Como también lo hizo otro ilustre logroñés, Emilio Francés, que había ostentado el cargo de alcalde de Logroño entre 1918 y 1920, y era gobernador de León, cuando lo asesinaron en 1936.
Será después de 2007 cuando la corporación municipal presidida por Tomás Santos le dedique una pequeña calle-paseo en su ciudad, una placita ahora tras el derribo del convento de Madre de Dios.
Aquella corporación, y las siguientes, bajo los gobiernos de Cuca Gamarra, Pablo Hermoso de Mendoza y Conrado Escobar, y siempre a propuesta de la Asociación la Barranca, manifestaron su acuerdo para recordar y homenajear la figura del alcalde Gurrea. Un homenaje y recuerdo que, para la Asociación la Barranca, deben extenderse a los logroñeses asesinados, encarcelados o represaliados en aquellos años y más tarde, durante la dictadura. A todos los logroñeses, me atrevería a añadir, que vieron horrorizados cómo se asesinaba a una persona, un ciudadano y un alcalde republicano, elegido democráticamente por los vecinos de esta ciudad.
Con el gobierno municipal presidido por Hermoso de Mendoza, La Barranca firmó un convenio que permitió la colocación de un Memorial en el cementerio de Logroño (en el lugar donde fueron enterrados algo más de 400 logroñeses y riojanos asesinados entre finales de julio y mediados de septiembre de 1936), así como la publicación del libro 'Logroño, el largo verano de 1936', editado por la asociación. Estaba previsto, además, colocar una escultura, cuyo boceto y ubicación fueron igualmente aprobados, que recordara y homenajeara a Basilio Gurrea en el propio Ayuntamiento, algo que, hasta la fecha, todavía no ha sido posible. Y que la Asociación la Barranca ha seguido reclamando desde entonces. Un tributo donde el nombre de Basilio Gurrea, en representación de todos los logroñeses, nos recuerde las palabras que Rubio Dalmati dejara escritas en su escultura de la Barranca: «Este horror ya fue... 1936. Hoy no queremos ni odio ni venganza, pero sí dejar testimonio para que estas locuras no se repitan».
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