Indignados y avergonzados
Editorial ·
Diario La Rioja
Domingo, 1 de noviembre 2020, 12:40
Los graves altercados que se registraron a lo largo del fin de semana en Logroño, Haro o Nájera han encendido todas ... las alarmas sobre la existencia, en una sociedad mayoritariamente pacífica y respetuosa, de grupos de radicales que no dudan en recurrir a la violencia para expresar su disconformidad o, simplemente, para dar rienda suelta a su ira mediante la apelación al caos.
La excepcionalidad del momento que viven La Rioja, España, Europa y buena parte del planeta por la inquietud que ha generado la pandemia de COVID-19 ha obligado a adoptar fuertes restricciones que, como el estado de alarma vigente en nuestro país, producen desconcierto e incomodidad a la ciudadanía. La limitación del ejercicio de derechos y libertades individuales que se deriva de las medidas dispuestas por las autoridades para hacer frente a la crisis sanitaria ha sido el caldo de cultivo en el que grupos antisistema han encontrado la excusa perfecta para tomar las calles y expresar su falta de respeto por la convivencia pacífica y por la propiedad pública y privada. Su actitud de provocación hacia las fuerzas del orden encargadas de velar por el cumplimiento de las leyes y de preservar la seguridad de todos se ha desbordado esta vez con numerosos destrozos en el mobiliario urbano y saqueos miserables de comercios del centro de la capital.
Las imágenes de contenedores ardiendo en medio de las calles o de la turba que primero rompía las lunas de un comercio textil y después se apoderaba de todo lo que era capaz de sustraer del interior de la tienda –desde la caja registradora hasta buena parte de las prendas que se encontraban a la venta– dibuja una imagen desconocida y muy seriamente preocupante de Logroño, una ciudad que ha podido presumir con justicia del carácter pacífico de sus moradores y del desprecio de cualquier clase de violencia para dirimir sus conflictos o para manifestar, simplemente, su desacuerdo con las disposiciones que les desagradan.
Los ciudadanos tienen derecho a discrepar de las medidas que disponen sus gobernantes, en este caso encaminadas a intentar la preservación de la salud pública a costa de limitar libertades como las que cercenan los confinamientos perimetrales o el toque de queda. Una sociedad madura se caracteriza por observar con sentido crítico las decisiones de sus dirigentes y por mantenerse vigilante para exigir el ejercicio de sus derechos fundamentales. De la incertidumbre a la indignación, como se ha demostrado, sólo hay un paso, pero de ahí a la violencia con la que se ha avergonzado a la inmensa mayoría de la sociedad riojana debería mediar un abismo intransitable.
Lo sucedido en las primeras horas de la noche del sábado constituye también una llamada de atención para quienes, de manera bienintencionada, convocan movilizaciones que no pueden controlar una vez que grupos de indeseables aprovechan ese tipo de llamamientos como aval para poner en marcha su maquinaria de odio y destrucción. Esta vez la excusa fue una concentración de apoyo a la hostelería. Una causa noble y bien justificada si se tiene en cuenta el impacto que la pandemia ya ha causado en el sector y la forma en que puede verse agravada la situación de muchos de los negocios tras la resolución del Gobierno de La Rioja que obliga al cierre de los bares, cafeterías y restaurantes de Logroño y de Arnedo durante un mes. Convendría aprender la lección para que mañana no sea otra pretendida expresión de solidaridad o cualquier reivindicación plausible la que ofrezca a los amigos del odio un argumento perfecto para volver a deshonrar a una sociedad atónita que no se reconoce en esa violencia inaceptable.
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