A esa gentuza no la queremos
TIRALÍNEAS ·
Y me refiero, por no utilizar otras palabras malsonantes, a los individuos –de nuevo, me contengo porque quiero seguir escribiendo esta columna más semanas– que ... hace un par de miércoles apalizaron con nocturnidad y alevosía a tres aficionados de la UDL tras el partido de Copa del Rey contra la Real Sociedad. Parece ser que a los agresores, que actuaron en grupo –¡qué valientes!–, no les gustaba, al menos en uno de los dos ataques brutales, la bufanda con los colores blanquirrojos que llevaba un seguidor riojano. Ellos iban vestidos de negro, sin nada que les identificase afinidad con ningún equipo, quizá porque a ellos nos les gusta el fútbol, solo la bronca, la pelea... Por eso los aficionados de verdad no les queremos en nuestro deporte.
Estas noticias que tan poco nos gustan y menos en nuestra ciudad me han hecho retrotaerme a hace treinta años. Exactamente tal día como hoy. Aquel domingo 17 de enero de 1993 visitaba en el viejo Las Gaunas –empiezo a emocionarme– a nuestro querido Logroñés –cae lágrima– sin iniciales que le identifiquen porque no hace falta– el Español, que dos años más tarde hizo desaparecer la 'ñ' por la 'n' y la 'y'. La noche anterior se dejaron ver por la ciudad los seguidores más radicales del club catalán, los Brigadas Blanquiazules.
La memoria no me da ya para recordar si llegaron muchos o pocos, pero sí sé que el sábado se dejaron ver por el Casco Antiguo. Y nuestra cuadrilla, que estábamos de celebración de cumpleaños del que firma, tuvo la mala suerte de encontrarse con un grupo de violentos. Nosotros no llevábamos bufandas. Sí que uno de los amigos vestía una medalla con el símbolo de la paz. '¿Por qué llevas eso?' Fue, más o menos la pregunta, en tono amenazante. 'Mejor la paz que no la guerra' fue la respuesta, inocente y sincera. Y la reacción de uno de aquellos impresentables fue lanzar el vaso de cristal que llevaba en la mano a la cara de mi amigo. Le golpeó en el pómulo, a escasos centímetros del ojo. Todo quedó en una herida. Pero también pudo cambiarle la vida, como a los tres aficionados de la UDL. Por una gentuza.
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