Cuando se despertó esa mañana sintió el nerviosismo propio de un día importante. Se levantó zumbando. Llevaba miles de saltos en paracaídas y en operaciones ... importantes, para él era uno más, pero eso de saltar el 12 de octubre llevando la bandera de España en el desfile de las fuerzas armadas en la Castellana no era 'moco de pavo', le había dicho el comandante. Se preguntaba desde entonces de dónde venía la expresión 'moco de pavo', pero le daba igual, estaba claro que ser el paracaidista que llevaba la bandera ese día era un honor y así se lo tomaba. De ahí el gusanillo en el estómago al levantarse.
Estaba muy concentrado. Había repasado mentalmente mil veces el recorrido desde el salto desde el avión. En los entrenamientos no falló ni una vez, en todos los ensayos justo llegó a tierra en el metro cuadrado al que tenía que llegar. Pero aquella mañana del 12 de octubre una inesperada ráfaga de viento le llevó contra una farola. Una farola. Y se quedó allí. Colgado. Colgado en la farola. Toda España viéndole. Sin poder cortar la cuerda del paracaídas. Tuvieron que descolgarlo con una grúa.
Qué fracaso, pensaba, qué fracaso. Miles de saltos y tenía que fracasar en ese. Al acabar, el Rey Felipe VI pidió saludar al cabo Luis Fernando Pozo. Con la humanidad de ese gesto el Rey dio normalidad a algo que en España se castiga tanto: el fracaso.
Y es que fracasar en España sale caro. Arriesgar y fallar se castiga en este país. Por eso es tan difícil ser emprendedor, porque ¿quién consigue el éxito a la primera? Tampoco se trata de exaltar el fracaso, obviamente es mejor tener éxito que fracasar, pero aunque las cosas no salgan como se esperaban lo que importa es seguir intentándolo.
Lo peor del fracaso es el miedo al fracaso. El miedo a equivocarse hace que muchas veces ni siquiera lo intentemos. Ese es el mayor fracaso, no intentarlo. España es un gran país, uno de los mejores países del mundo, a lo largo de nuestra historia hemos fracasado muchas veces, pero hemos logrado retos impensables. En cambio, ahora mismo tenemos aversión al riesgo y negamos el aprendizaje a través del error. ¿Quién dijo que las cosas fueran fáciles? ¿Quién aseguró que se consiguen a la primera? Como escribió el gran Samuel Beckett: «Lo intentaste. Fracasaste. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor. Porque fracasar cada vez mejor es ya un éxito».
Aquella mañana del 12 de octubre, cuando fue a saltar desde el avión, el cabo Luis Fernando Pozo pensó en el metro cuadrado en el que tenía que posarse con la bandera de su país. Entre las 260.000 farolas que hay en Madrid él solo veía su metro cuadrado. No era fácil. Pero él no estaba allí porque fuera fácil. Al contrario, pensó «lo haría otro si fuera fácil».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión