Mucho antes de los Williams, los Yamal y los miles que sin nombre han llegado a nosotros, España siempre ha sido país de migrantes. Bueno, ... hace siglos éramos más de conquistar y nos fuimos allende los mares a ver qué había por ahí y de paso anexionar tierras y riquezas. Fueron aquellos tiempos donde nunca se ponía el sol y donde se establecieron las sinergias entre lo que arramplamos y lo que legamos, las platas del Virreinato del Perú, y la religión y la lengua castellana. Más tarde, cuando ya no éramos ni la sombra de aquellos imperios, los territorios de ultramar se convirtieron en nuestro objetivo para buscarnos la vida: Chile, Cuba, Argentina y tantos otros países donde fuimos a encontrar el sustento que en nuestro país no se lograba. De aquellas aventuras de emigrantes valientes y emprendedores y del éxito que en muchos casos se obtuvo de ellas, tenemos pruebas palpables en las grandes mansiones de los Indianos, que aún se conservan en Asturias, Cantabria y Galicia. Más tarde también hubo una emigración obligada por las circunstancias políticas tras la Guerra Civil, que empujó a muchos a aquellas tierras que los acogieron y les aligeraron la tristeza de perder la contienda y la patria, dándoles la oportunidad de comenzar de nuevo. En esos tiempos de la posguerra y un poco más cerca, en los últimos estertores del franquismo, también hubo quien cogió las maletas y se fue a la entonces remota Europa: Alemania, Francia, países nórdicos. La inmigración y la emigración son dos caras de la misma moneda y por eso ahora choca un poco los discursos que denigran con trazo grueso a los que vienen a lo mismo que nos fuimos nosotros: a buscar una vida mejor. Es necesario rebatir esas posiciones con una legislación acorde con estos tiempos y pensar también en las segundas generaciones, y puede que ya terceras, de chicos y chicas que nacieron en España y que son ciudadanos legítimos de nuestro país. Quizás deberíamos más pronto que tarde recordar lo que ha pasado en nuestro país vecino, Francia, en la falta de oportunidades para los hijos de los inmigrantes que llegaron de sus colonias, y que han provocado guetos y exclusión en las periferias de las grandes ciudades. Para evitar que, más pronto que tarde, la desesperación y las tensiones provoquen algaradas, cuánto más si se extiende la creencia falsa de que todos son delincuentes. Lo de Torre Pacheco fue una anécdota triste e interesada que se frustró por la madura reacción del pueblo e incluso del anciano que fue agredido. Y todo quedó en una maniobra burda organizada por gente sin escrúpulos y con muy poco cerebro. Somos un país de emigrantes que ahora precisa de mano de obra, nacimientos, población. Aunque no sea más que por egoísmo deberíamos establecer las condiciones de vida adecuadas para esa parte de la ciudadanía. Por egoísmo y más por dignidad de país, y que los hijos de esas personas tengan las mismas condiciones, oportunidades y anhelos que los nuestros.
Como Nico Williams y su hermano. Cuyos padres vinieron a buscarse la vida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión