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Ilustración Bea Crespo
El foco

Todos lo saben

Si la ONU reconoce un genocidio en el centro de Europa, los estados que la conforman están obligados a intervenir. Veremos si apelar a su responsabilidad legal sirve de algo

Sábado, 27 de septiembre 2025, 22:38

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El pasado 16 de septiembre la Comisión Internacional Independiente de Investigación de Naciones Unidas publicaba un informe cuya conclusión era: «Israel ha cometido genocidio contra ... los palestinos en Gaza desde el 7 de octubre de 2023». No hacían falta tantas alforjas para este viaje. Las imágenes de ciudades arrasadas como Rafah o Beit Hanoun, de desplazamientos forzados de miles de familias, de masacres en hospitales y filas del hambre, de bebés muertos o a punto de morir por inanición, nos vienen llegando desde hace meses, también el conocimiento de que Israel ha diseñado y está llevando a su término la destrucción de todas las infraestructuras que sostienen la vida palestina en la franja de Gaza. A pesar de que cualquier persona con un mínimo conocimiento —y decencia— podría reconocer en la actuación militar israelí las características de un genocidio, era importante que la ONU lo pusiera en negro sobre blanco. Aun así, la derecha y sus extremos de este país lo siguen negando y acusan a quienes defendemos los derechos humanos del pueblo palestino de apoyar a los terroristas de Hamás y de ser antisemitas. Confunden, a propósito o por ignorancia, el antisemitismo con la condena del sionismo etnoexcluyente que perpetra crímenes contra la humanidad dentro de un plan genocida. Estos crímenes de hoy constituyen una repetición siniestra de otros del pasado, cometidos ahora por los descendientes de quienes fueron las víctimas entonces. Lo digo claramente: las acciones genocidas del Estado de Israel recuerdan, en su planificación y ejecución, a las que los nazis perpetraron contra los judíos de Europa durante la segunda guerra mundial. Dirán que el epítome de la barbarie nazi fue Auschwitz y que nada es comparable por la dimensión de su horror. Y estoy de acuerdo. Nada se compara con Auschwitz y, a pesar de las actuaciones del Estado de Israel, jamás se debería banalizar, minimizar o perder la perspectiva de lo que sucedió en ese y otros campos de exterminio. Aun así, Israel ha dejado claro que la intencionalidad del exterminio masivo que allí se produjo, la planificación minuciosa e industrial de la muerte, no es una anomalía histórica e irrepetible. A veces pienso que los miles y miles de páginas escritas sobre el genocidio de los judíos de Europa a manos del nazismo han servido, objetivamente, para que el Estado de Israel siga sus enseñanzas, aplicándolas al pueblo palestino como si fuera una especie de venganza bíblica, ojo por ojo, diente por diente. El verdugo de entonces, sin embargo, no es el objetivo de su venganza. El odio se ha desplazado hacia quienes impiden su ambición expansionista, a quienes les recuerdan que su tierra prometida es, en realidad, un territorio ocupado. Su mito fundacional es inseparable de la desaparición forzosa del pueblo palestino.

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