Integración, un reto enorme
Atajar los riesgos de una convivencia precaria ayuda a que la inmigración sea interpretada más como una oportunidad que como un problema
La integración de la realidad migratoria se ha convertido en uno de los principales retos para que una sociedad prospere con armonía y espante los ... peores fantasmas, desde la xenofobia a la tensión social de inciertas consecuencias. El desafío es enorme porque los movimientos de población en el mundo constituyen un fenómeno imparable. En los desplazamientos extremos, se ha demostrado capaz de superar desiertos, vallas con concertinas o mares de peligros. La llegada de nuevos habitantes de otros países y la ampliación de comunidades de origen extranjero ya asentadas, las de segunda generación, suman un caudal de oportunidades para territorios que serán cada vez más plurales y mestizos. Y, a la vez, con mayores necesidades de mantener el Estado del bienestar a través del empleo, la mayoría de escasa cualificación pero vital para su funcionamiento, y de animar las alicaídas tasas de natalidad.
Pero la creciente entrada de miles de nuevos españoles y su peso en todos los órdenes de la vida también urgen a consolidar y mejorar el proceso de integrar a las poblaciones, una asignatura pendiente. Esa es una lección que conviene extraer al comprobar cómo son nuestras aulas, el vecindario, el lugar de trabajo o las zonas de ocio. Para que la inmigración sea interpretada como una oportunidad, no debería ser vista antes como un problema. Y para eso es fundamental atajar los riesgos de una mala vecindad que pueden desembocar en fracaso escolar, choque cultural, desigualdad económica y aislamiento. Por muy incómodo o impopular que sea, se antoja necesario analizar en profundidad qué falla en la convivencia y en el respeto mutuo entre comunidades para no dejar el timón del debate público en manos extremistas que ahora, sin haber desarrollado oficialmente una eficaz política de prevención, es más complicado corregir.
El rechazo a la inmigración que tradicionalmente aflora en la extrema derecha o en un conservadurismo desaforado corre el peligro de instalarse en otras formaciones, con la falsa excusa de ver a los inmigrantes como carne de cañón para la precariedad laboral. En realidad, lo que emerge son los tics racistas que siempre han anidado entre quienes temen que la inmigración diluya una determinada forma de concebir una identidad que, por la fuerza de los hechos, va a cambiar: el 31,3% de los nacimientos en España en 2024 procedían de madres extranjeras.
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