Dame la manita, Pepelui
MEZCLADO, NO AGITADO ·
Reconozco que pocos desahogos me concedo en mi austera vida diaria, incluso de alguna manera rutinaria –pero ni aburrida ni ociosa–, aunque algún que otro capricho sí que me doy. No obstante no son grandes comilonas ni nada parecido. Lo que me consiento es un desahogo íntimo y no siempre solitario –no me malinterpreten– que me sirve de terapia ante una situación sociopolítica tan infame. Don Claudio Sánchez Albornoz, presidente de la II República en el exilio, a su vuelta a España en 1983, preguntado por una periodista sobre si era cierto que decía muchos tacos, respondió: mire, cuando uno se da un golpe en un codo y se hace daño, dice ¡coño!, y parece que le alivia. Algo así me ocurre a mí ante ciertas televisiones y sus noticiarios, o ante programas de análisis político, con presentadores tan sesgados y mezquinos que mascullo unos cuantos improperios y exabruptos; y oiga, parece que me sirven de válvula de escape ante esa clasificación, como fascistas, en la que han convertido a todo aquel que no sea de los suyos. Y me alivia ver que personas como Redondo Terreros, Leguina o Savater, socialdemócratas de los de antaño, expresan sus preferencias políticas sin sonrojo. Eso es libertad. Lo que argumentan Muñoz Molina o Marisa Paredes no es más que servilismo con el que tratar de seguir alimentando su futuro con alguna subvención o cargo 'cultural'. Es verdad que aún quedan los Herrera, Alsina y Vallés, entre otros, y una parte de la prensa escrita y digital, que mantienen el equilibrio y la libertad de opinión.
Escribo estas líneas antes de que finalice el recuento electoral en Madrid y por tanto nada puedo decir del resultado. Lo que sí parece es que, más que unas autonómicas, es un plebiscito en el que se esté examinando al Gobierno de España. Lo cual tampoco es tan descabellado cuando el propio Sánchez se ha entrometido en la campaña, haciendo cambiar de propuestas a su candidato por accidente. Y digo por accidente ya que Gabilondo (el hermano Gabi para sus alumnos de Corazonistas, del que recuerdan sus pescozones arbitrarios y no tanto su bonhomía) era el sobrero. Y que ante la negativa de otras figuras de este socialismo devenido en charlotada progresista, que se negaron a aceptar tal cometido (aparta de mí este cáliz), tuvieron que echar mano otra vez de este cura rebotado, soso, pero también cínico. Y al que en el debate de esa cadena radiofónica tan envilecida, y tras la calculada espantada de Iglesias –para reventarla premeditadamente–, sólo le faltó completar lo de: «Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones», añadiendo, «vete al baño a refrescarte» entretanto la presentadora, con calculada indignación e histrionismo, exhortaba: Pablo, Pablo, remedando a Tip y Coll con lo de: «Dame la manita, Pepelui». Por cierto no olviden la definición de erostratismo: manía que lleva a cometer actos delictivos para conseguir renombre. Un claro ejemplo es el de David Chapman, que asesinó a John Lennon para alcanzarla aunque fuera a ese precio tan brutal. En esta campaña algunos han jugado peligrosamente con las balas.