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Cuatro décadas de progreso

La Rioja es hoy una comunidad moderna, próspera y abierta. Cuarenta años de autonomía han demostrado que el proyecto regional es una sólida e ilusionante realidad

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Miércoles, 8 de junio 2022

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CUARENTA años dan para mucho. Representan, en números redondos, la mitad de la esperanza de vida de un ser humano de nuestro tiempo y el total, también en trazos gruesos, de la etapa productiva de un trabajador. Es posible que cuatro décadas no den para cambiar el mundo, pero sí para sembrar proyectos de progreso y, en el mejor de los casos, para celebrar sus frutos.

Pocos riojanos eran conscientes en 1982 del lugar hasta el que les iba a conducir el ingreso, con personalidad propia, de la antigua provincia de Logroño en el selecto club de la España de las Autonomías. Si se atiende al estribillo que habían popularizado Carmen, Jesús e Iñaki, hasta un día como el de hoy, hace cuarenta años, La Rioja existía, pero no era. «Si nos unimos la hemos de hacer», proponían los cantores al tiempo que se iba amalgamando una larga serie de voluntades políticas, sociales y ciudadanas que confluyeron en la aprobación del Estatuto de San Millán. Y a fe que aquel empeño colectivo, con sus más y con sus menos, ha dado razones para festejar una cosecha de prosperidad que, muy probablemente, no habría sido tan generosa en otras circunstancias.

La España de 1982, conviene recordarlo, se desenvolvía en un incierto escenario de provisionalidad. La democracia alumbrada cuatro años atrás daba sus primeros pasos con la inquietud propia de quien aspira a levantar un rascacielos sobre los cimientos, todavía endebles, de una ilusión amenazada desde múltiples frentes. Europa aún recelaba de los méritos del nuevo aspirante para incorporarse a un proyecto continental avanzado; el país seguía temeroso del riesgo de involución que el intento golpista de febrero de 1981 había expresado con crudeza; la organización territorial del Estado conforme a las vías abiertas por el Título VIII de la joven Constitución había dado pie a un considerable guirigay entre quienes pretendían que la autonomía fuera un privilegio reservado a las comunidades «históricas» y quienes, a rebufo de aquel impulso, apostaban por seguir el camino que habían dejado abierto los constituyentes. Todo era nuevo e inestable. Y todo, en la misma medida, parecía posible para los audaces que veían una oportunidad en cada desafío.

El PIB riojano se ha multiplicado por diez desde los 816 millones de euros de 1981, el año previo a la autonomía La Rioja nació como región con 257.000 habitantes cuatro días antes del Mundial de Fútbol de España

Conviene no perder de vista de dónde se partía para valorar mejor el trecho recorrido. En un ejercicio parecido al que propone el periódico en su sección «Tal como era, tal como es», resulta clarificador contrastar dos fotografías tomadas en el mismo lugar pero en tiempos distintos. Y la conclusión indiscutible es que La Rioja constituye hoy una comunidad humana más avanzada, más dinámica y más pujante, en la que –a pesar de las muchas incertidumbres que es necesario afrontar en la persecución permanente de la prosperidad– los ciudadanos disfrutan de una calidad de vida seguramente impensable en 1982.

Un dato que refleja bien la evolución de La Rioja en términos estrictamente económicos es el de la evolución del Producto Interior Bruto (PIB). Tomada la referencia de los 816 millones a que ascendía en 1981, el último año preautonómico, la realidad demuestra que se ha multiplicado por diez –y eso después de la fuga de empresas como Electrolux o Tabacalera y del retroceso contabilizado en 2020 a causa de la pandemia de COVID–, mientras que en el mismo período el PIB español se ha septuplicado.

En 1982, claro, todavía comprábamos y vendíamos en pesetas. Los 816 millones referidos son la cantidad correspondiente en euros. Por entonces la unidad monetaria europea ni existía ni formaba de nuestros planes, como tantas otras cosas que se han incorporado a nuestras vidas en estas cuatro décadas. Los riojanos de hoy en día no entienden el mundo sin ordenadores personales, teléfonos móviles, tarjetas de crédito, IVA, hornos microondas, televisión digital... Nadie que asistiera al nacimiento de la comunidad autónoma en 1982 podía imaginar lo que el progreso económico y social, la ciencia y la tecnología iban a ser capaces de incorporar a sus vidas, entonces en blanco y negro, como la mayoría del parque de televisores de la región. Aquel mismo año, con el Mundial de España de Fútbol, empezó a popularizarse la televisión en color y a extenderse la señal de un nuevo canal que se sumaba al único existente, algo tan extraordinario que en lugar de ser identificado por un ordinal era conocido por la frecuencia en la que emitía: «el UHF».

Por aquel tiempo este diario acababa de recuperar su cabecera histórica, uno de cada diez litros de vino de Rioja se vendía todavía a granel, la inflación crecía por encima del 15% anual, en las verbenas hacía furor 'El baile de los pajaritos' (que fue la canción del verano de 1981) y los riojanos hacían todas sus compras en la plaza de abastos, en la tienda del barrio o en el comercio que ahora llamamos «tradicional». El primer hipermercado de la región abrió en 1989. Y, según datos de la Jefatura de Tráfico, al iniciarse 1982 el parque automovilístico de la provincia estaba compuesto por 67.000 vehículos. Al finalizar el año pasado la cifra rondaba los 220.000.

Cuando las Cortes aprobaron el Estatuto de Autonomía residían en La Rioja 257.000 personas, 111.000 de ellas en Logroño. Al comenzar 2022 la región alcanzaba los 319.796 censados, gracias, en buena medida, al impulso demográfico aportado por la inmigración. En 1996 había registrados 2.000 residentes nacidos en el extranjero. Hoy son más de 41.000, lo que representa casi el 13% de la población.

Las cosas, en efecto, han cambiado. La Rioja es hoy una comunidad más moderna, más próspera y más abierta. Razones de sobra para celebrar que no sólo existe, sino que además «es», desde hace cuatro décadas, una sólida e ilusionante realidad.

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