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El comunismo se viste de Prada

MEZCLADO, NO AGITADO ·

Miércoles, 3 de noviembre 2021, 01:00

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Que Meritxell Batet estuviera mareando la perdiz a cuenta de, cómo evitar el defenestramiento del rastafari canario que había sido condenado por el TS, y ... esa petición hipócrita de aclaraciones a la sentencia –tan indubitablemente respondida por el juez Marchena– no es más que la muestra de la perniciosa dependencia que tiene este Gobierno, de las huestes comunistas y de otras de calaña semejante. Y esa misma subordinación se produce con la ministra de Trabajo –la paisana del caudillo–, cuya labor más notoria es la del pase de modelos – cada día un trapito nuevo–, contradicción abultada con los postulados marxistas que enarbola; y que son los que la llevan a querer derogar la reforma laboral, cuyos principios bien que han sido aprovechados en la pandemia, aunque ella no supiera ni lo que era un ERTE. En este punto es inevitable sacar a colación a la señora Merkel, que desde que se hizo cargo del Gobierno alemán, se plantificó un chambergo a modo de americana –de corte algo hombruno–, combinando unos cuantos colores, y no saliéndose de ese terno durante los dieciséis años que ha permanecido al frente de su país. Eso es austeridad política y además escenifica que si un alto cargo debe procurar ir decentemente vestido y aseado (cosa cada día más infrecuente), no debe utilizar el dinero público para la compra de modelos de alta costura, y caer así en los hábitos más banales de la «degenerada burguesía». Y es que lo de esta ministra ferrolana es capcioso, ya que sus propuestas colectivistas son un Halloween fuera de calendario que se contradice con la asunción de las formas de vida más capitalistas con las que se pavonea. Ofendiendo a tantos de los que poblamos este mundo cruel que jamás hemos levantado el puño y que nunca lo haremos, porque tenemos memoria de lo que supuso esa nefasta y perniciosa ideología. Y lo que aún supone en aquellos países en los que perdura, donde se atenta contra los derechos más elementales y se envenena a cualquier disidente, como sucedió con el ruso Alekséi Navalni, entre otros.

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