Pensé, ingenuo de mí, que con la defenestración del barranquista con peluquín que asesoraba a Pedro Sánchez, el presidente se nos iba a quedar sin ... esa retahíla de frases bobaliconas con las que ha tratado de engatusarnos estos años. Pero nuestro Kal-El se va de minigira a EE UU, y en un sarao sin enjundia alguna –y sin otro afán que pegarse un garbeo y hacer turismo– demuestra que no necesita apuntador áulico que le sople al oído idioteces, puesto que él solo se basta y sobra para largar eslóganes de su propia cosecha al afirmar, con total descaro y sin pestañear, que él cumple y la oposición grita.
Lo que realmente me asombra es que no gritemos los españoles hasta desgañitarnos al sufrir en nuestras propias carnes a este estafermo, que está denostando y desvirtuando la democracia, y cuyo único afán es alcanzar un estatus a lo Hugo Chávez, buscando con denuedo degradar a todo el poder judicial, y al propio jefe del Estado, a los que lleva toda la legislatura intentando someter bajo el amparo de un progresismo falso y oportunista. Y un socialismo que se ha quedado solo en una vacua etiqueta y en un culto a ese remedo de Superman, como si España fuera un cómic en el que, si él lo decide, hasta los burros vuelan.
El humorista Luis Piedrahita decía hace unos días que «cuando eres tonto lo mejor es dejarlo claro lo antes posible». Y acierta. No hay más que escuchar lo que suelta el gachó y lo que le alaba la prensa amiga –entre las que destaca sobremanera ese diario 'dependiente' de la mañana y sus aledaños radiofónicos–, para darse cuenta del 'multinivel' (Maribel) que nos ocupa con este individuo empapado de simplezas. Y que nos trata con la petulancia del conductor que nos consiente vivir bajo su hégira, en la que nos arrastrará a la pobreza en un viaje a ninguna parte. Y en la que, con un absolutismo propio de monarca añejo, dispone ceses de ministros con soberbia, desagradecimiento, y un «si te he visto, no me acuerdo». Ello no es condición sine qua non para admitir que, esa demostrada incapacidad para gobernar democráticamente, no le impide poseer una notable habilidad para doblegar y someter, tanto a su partido como a una parte importante de la opinión pública, por más que se retrate cada vez que abre la boca, mintiendo y haciendo trampas con una desfachatez propia de un estudio clínico.
Estamos en un momento crucial de nuestra democracia, y solo la pertenencia a la UE nos está salvando, por ahora, de una catástrofe aún mayor que la que sufrimos de intromisión en nuestras libertades. De desastre económico, desorden sanitario y una serie de calamidades que están por venir y de las que no nos recuperaremos en generaciones. Si ir más lejos, la muy peligrosa Ley de Seguridad Nacional con la que, si sale adelante, podrá soltar con desfachatez aquello de «exprópiese» como si tal cosa, y pelillos a la mar. Y el que avisa no es traidor.
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