Mi sobrino Íñigo nació en 2002 y va a cumplir dieciocho años dentro de dos semanas. El año en que nacía comenzaba el proyecto del ... soterramiento en Logroño, que también dieciocho años después cumplirá su mayoría de edad, cuando se terminen las dos estaciones. Este año se cubre con una cúpula ajardinada el techo entre la nueva estación de autobuses y la de ferrocarril, una estación casi sin trenes.
La idea es estupenda y sobre las vías que antes partían en dos la ciudad va a ir un parque elevado que va a unir las dos estaciones, dieciocho años después. De las siguientes fases del soterramiento no sabemos nada, dieciocho años después. Las vías de unos trenes que no llegan seguirán dividiendo en dos la ciudad pero, al menos, algo se ha hecho dieciocho años después.
No dieciocho años, sino diez días, ¡diez!, han tardado los chinos en hacer un macrohospital de 25.000 metros cuadrados, en el que van a trabajar 1.400 personas, con 1.000 camas de capacidad para acoger a los contagiados por el coronavirus. No era un almacén o un bloque de pisos, era un hospital, con todo lo que eso supone de complicación añadida, normas de aislamiento, sanitarias, energéticas, etc. Han retransmitido por Internet su construcción, veinticuatro horas al día, que ha sido seguida por millones de internautas en todo el mundo y queda como una de las imágenes del año, ¿de la década?, la del enjambre de excavadoras construyendo el hospital. En las redes la gente votaba, incluso, a ver qué excavadora de las cientos de ellas lo estaba haciendo mejor.
Aquí hemos tardado dieciocho años, pero no porque no tengamos excavadoras sino porque primero, nuestros políticos prometen cosas pero luego no ponen dinero para hacerlas; y después porque sufrimos una burocracia asfixiante y una desesperante lentitud política y administrativa. Al margen de lo más o menos eficaces que sean los gobernantes, la Administración que tenemos (y que nos hemos dado, porque nadie nos la impone, ¡eh!) es lentísima. Y ahí es donde radica una gran responsabilidad de los que están en un cargo público, en no modernizar la Administración, en que se tarde tanto para todo.
Los trabajadores chinos, en lugar de protestar, estaban orgullosos de lo que estaban haciendo y se mostraban ufanos al acabar su turno laboral delante de las cámaras de televisión. No me extraña que el epicentro del mundo esté en China y en esa zona del planeta. Nos van a dar sopas con honda. Bueno, nos las están dando ya.
A ver si aprendemos de una vez que cuando nuestros políticos nos prometen que tal o cual obra va a estar en cuatro años, en realidad entre una cosa y otra van a ser dieciocho. Como a chinos, a nosotros sí que nos engañan como a chinos. Y nos dejamos.
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