Para no familiarizados con la terminología yóguica, la palabra que da título a esta crítica hace referencia a una técnica de respiración preparatoria para la ... purificación del cuerpo e iniciación a la meditación.
Empero, para Isabel Navarro es el título de una exposición, trabajada durante muchos años, que puede verse en Ibercaja de San Antón hasta el día 16 de febrero. Acrílico, óleo y técnica mixta; obra abstracta y figurativa; llamativo colorido. Todo en pos de representar «ideas, momentos vividos y estados emocionales», pretendiendo relacionar su modo de ver la vida con los colores y transmitir cómo es ella. La pintura ha mejorado su estado de ánimo; y con cada pincelada ha sentido momentos de alivio, de atención, de calma y gratificación.
El crítico intuye que, antes de plantarse ante la tela y mojar los pinceles, Dª. Isabel lleva a cabo inspiraciones y espiraciones poderosas, como diciendo ahí va mi iluminación y mi fuerza. Lo suyo sería algo así como arteterapia 'gestalt' sin terapeuta, apartándose de la ortodoxia de Fritz Perls. ¿El propósito? Recordar la importancia del aquí y ahora; poder desbloquearse; reconocer en lo creado sus íntimas proyecciones; ser consciente de actos, sensaciones, emociones y pensamientos; auto-responsabilizarse de sus acciones e inacciones, entendiéndose e integrando partes desconocidas de sus personalidad... En suma, utilización de la pintura como expresión de emociones e indagación de su propio ser, sin buscar la perfección técnica, subrayando la importancia del proceder y el descubrimiento. En la sala, pues, está el lenguaje de su inconsciente.
Rebajando la cota elucubrativa, en la exposición hay cuadros asombrosamente decorativos. Mirados detenidamente, olvidándose de la hipnosis efímera del colorín y el abigarramiento, a veces orgiástico, algunos resultan temáticamente ingenuos, otros claramente miméticos y esotros realmente profundos.
Lo que al crítico le ha desbordado el corazón han sido los retratos de muchachas. Remedan los dibujos, en los cuadernos escolares, de sus novias adolescentes, cuando empezaban a maquillarse (el lápiz rimmel escondido en el plumier, para evitar la ira de papá), cargarse de abalorios e imitar los rasgos faciales de las estrellas de cine. Rebeca holgada, falda larga plisada y calcetines hasta a la rodilla, que no lograban disimular el prodigio que las hormonas obraban. Las envío cartas de amor, con una lágrima borrando un 'te quiero', creyendo en la eficacia de esa inspiración bajada de la luna en sus noches de insomnio, que jamás hubo otra pasión como la suya. Y por ellas hizo también un sinfín de fatuos alardes. Pero no le hicieron ni caso. Ellas soñaban con las canciones de Adamo; y con chicos mayores, más altos, más guapos. Si, en vez haber estar atrapado por la melancolía, hubiera sabido de la 'bhastrika', otro gallo le hubiera cantado.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión