Artificios políticos
MEZCLADO, NO AGITADO ·
En el reciente Festival de cine de San Sebastián han dado un premio a la mejor interpretación, quitándose de un plumazo el de mejor actor ... y mejor actriz. Y además, como era de esperar, dicho galardón ha recaído en dos mujeres ex aequo. Igualmente el premio a la mejor película ha sido concedido a un film rumano dirigido, cómo no, por una mujer. Corolario del festival: los hombres, directores o actores, de ahora en adelante, no van a conseguir nada ni en este ni en ningún otro certamen, ya que por cuota y hasta por revancha, premiaran a las mujeres se lo merezcan o no, generando al final otro agravio comparativo tan absurdo como el que aparentemente pretenden atajar. No es disparatado aventurar que al declarado progresista Javier Bardem le habrá jeringado no recibir reconocimiento alguno por su aplaudida interpretación en El buen patrón. Está claro que no hay peor astilla que la de la misma madera.
En el mismo festival se proyectaba la película Maixabel, en la que se narra la peripecia de la viuda del socialista Juan Mari Jáuregui, que años después de que su marido fuera matado por ETA se entrevistó con el asesino. Cabe pensar que el sustrato del relato no es otro que enredarnos con la moraleja de esa nueva religión, descrita como la no crispación, induciéndonos a que perdonemos a estos monstruos. Y así arrastrarnos hacia una posición moral que –según la imperante y rediviva formación del espíritu plurinacional– nos liberará de los prejuicios acumulados por la perniciosa influencia de los gobiernos no progresistas; cuyas políticas pervirtieron los sacrosantos principios del dialogo, y nos empujaron al abismo del rencor y del odio. Y con la clara pretensión de modificar nuestra actitud sobre la aversión hacia cualquier tipo o tipa cuyas sanguinarias acciones produjeron muerte, desgarro y vacío, y dolor irreparable a tantas familias y a tantas personas. Y a toda una sociedad. Y hacernos tragar con el repugnante ideario de los asesinos de esa organización extorsionadora, a los que sin pudor alguno se homenajea como si de héroes se tratara bajo la ominosa inacción del mal llamado progresismo.
Y es que en este tiempo de parloteos fútiles publicitados como avances ideológicos, lo único cierto, sea con el feminismo, con la igualdad o contra la homofobia, con la Ley de Educación, el precio de la electricidad, la atención 'humanitaria' al tal Gali; los 'okupas'; los pelillos a la mar por la sedición con la manipulación de la Abogacía del Estado y la Fiscalía –o cualquiera de las infinitas causas con las que se nos aturde–, es que son, indefectiblemente, artificios políticos con los que mantenerse a lomos de la burra del poder, y el negocio que da La Moncloa y su consabido reparto de cargos y mamandurrias. Y si para ello es necesario desvirtuar la ética más elemental y la decencia social más primigenia, se arbitran argucias con las que justificar lo injustificable. Al final todo es como en la canción de La Lupe: falsedad bien ensayada, estudiado simulacro. Teatro, puro teatro.
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