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ALBERTO FERRERAS
MADRID.
Domingo, 1 de abril 2018, 00:34
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Acaba de cumplir los 46 años. Santiago Cantera, prior de la Abadía del Valle de los Caídos, pregunta: «Yo tenía tres años cuando murió Franco, no he conocido la guerra... ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que cicatricen las heridas?». Y se responde: «Llegará ese momento, llegará. No sé cuánto tardará porque hay muchas heridas que uno consideraba cerradas y siguen abiertas».
Purificación Lapeña lleva años empeñada en recuperar los restos de su abuelo Manuel y su tío abuelo Antonio, fusilados uno en verano y otro en octubre de 1936, de la sepultura ubicada en el tercer nivel de la capilla del Santo Sepulcro de la basílica.
La justicia le dio la razón hace dos años, y pensó que Manuel y Antonio Lapeña por fin podrían descansar en Calatayud, lejos del Valle de los Caídos, pero se topó con la oposición del prior de los benedictinos, orden a la que se confió hace más de medio siglo el mantenimiento del culto. Los monjes se opusieron a la entrada en el templo de los técnicos y forenses. No solo eso, llevaron el caso a la Audiencia Nacional. Purificación Lapeña no tenía nada que hacer. Solo esperar.
Hace unos días, sin embargo, todo cambió. El prior retiró el recurso del juzgado. ¿Por qué Santiago Cantera cambió de postura? El monje, poco dado a hablar con los medios, dice que «siempre» ha buscado una solución extrajudicial. Y se explica: «Veníamos desde hace tiempo realizando algunas consultas con forenses, juristas... para ver qué posición podía ser la mejor, tratando de que las familias que habían mostrado su oposición a que los restos de sus familiares fueran manipulados tuvieran la seguridad de que en caso de que eso sucediera no sería sin su permiso. Buscábamos que se pudiera dar cumplimiento al auto del juez, a los deseos de las familias que solicitan la exhumación de los restos de sus antepasados».
La realidad es que el paso atrás vino después de que Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Espiscopal, advirtiera que el prior no podía impedir que se exhumasen los restos de los hermanos Lapeña. «También habíamos hablado con el cardenal quince días antes de sus declaraciones y le dijimos que íbamos en la línea de llegar a un acuerdo extrajudicial y nos animó a ello. También estaban al tanto los superiores de nuestra orden y el cardenal Osoro», asegura Santiago Cantera.
También unos días antes, el prior benedictino dio un sonoro plantón a la Comisión de Justicia del Senado que abordaba el asunto de la exhumación. Adujo que tenía mucho trabajo y citó a los senadores en la abadía. «La comparecencia en el Senado era libre, no era obligatoria», se justifica el prior. Tiene razón, podía ignorar la citación, aunque hacerlo no sea habitual.
Una vez que el contencioso ha entrado en vías de solución, Cantera se queja de que se le ha presentado «como un ogro, como una bestia negra. Pero la realidad es esta, nunca hubo una oposición cerrada o cerril a unos derechos que reconocemos. No hubo atrincheramiento, no es real que hubiéramos actuado por libre».
Lo que es una incógnita es en qué estado se encontrarán los restos de los hermanos Lapeña, enterrados en el Valle de los Caídos junto a otros 34.700 muertos, unos fusilados otros en combate, en la Guerra Civil. «Hablamos -cuenta- de sepulturas de una media de más de medio siglo y en un ambiente de humedad muy notable». Tampoco se sabe a ciencia cierta cuándo se procederá a la exhumación: «Eso ya no depende de nosotros».
Tras la polémica, el prior benedictino se muestra dispuesto al diálogo, hasta el punto de que deja abierta una puerta a entrevistarse con asociaciones de víctimas del franquismo. «Puede ayudar a acercar posiciones y una comprensión de ambas partes», explica Santiago Cantera, al que le gustaría, según dice, que el Valle de los Caídos fuera «un lugar de paz, de oración... Lo ideal sería la despolitización completa del lugar». «Somos los primeros interesados en que el Valle de los Caídos quede libre de carga ideológica», recalca una y otra vez.
Consciente de que el conjunto arquitectónico de Madrid es visto por una gran mayoría como el mausoleo del dictador Franco más que como un monumento levantado como símbolo de reconciliación, el prior ha planteado colocar una lista, «en algún lugar, en el que aparezcan los nombres de todos los que están aquí enterrados, tanto de un bando como de otro». « Creo que eso sería asumido por todas las partes. Así no quedarían en el anonimato los que están aquí», se atreve a aventurar el prior.
En esa lista, si no aparecen nuevas trabas, ya no estarán los hermanos Lapeña, cuyos restos descansarán lejos del Valle de los Caídos. Como querían su nieta y su sobrina.
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