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La cuadrilla de Los Arboleros sacan una de las primeras parrillas de chuletas de la jornada.

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La cuadrilla de Los Arboleros sacan una de las primeras parrillas de chuletas de la jornada. Justo Rodríguez

Exaltación de las Chuletillas

Aquí huele como que han asado

El corazón de Logroño se llena de humo y felicidad en la exaltación de la chuletilla que pone fin a unas fiestas ya oficialmente acabadas

Víctor Soto

Logroño

Sábado, 27 de septiembre 2025, 13:14

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El 2 de septiembre de 1666 en Londres debía de oler como el centro de Logroño este sábado. Humo por doquier, pero humo feliz, especiado por la grasa de las chuletillas y los derivados del cerdo que hacían de este particular incendio una oda al fuego recreativo y de amistad.

Porque la Exaltación de las Chuletillas volvió a tomar el corazón de la capital en una jornada festiva cuando ya se han acabado las fiestas, nota de ese surrealismo logroñés que tanto bien nos hace. Humo feliz y pavesas que vuelan, obligando a los vecinos de avenida de Colón a cerrar las ventanas y a los participantes a abrir el corazón en una jornada de amistad, confraternización y disfrute.

Poco queda en lo circunstancial de la idea que Basilio Martínez tuvo hace casi sesenta años. Pero en esencia, la exaltación continúa manteniendo esos valores de apertura y goce gastronómico extremo. Vuelan las mesas cada septiembre porque casi nadie se quiere perder estas horas de alegría, hermandad y humo. Porque si La Rioja se recogiese en un perfume, debería tener ese punto acre de las brasas del sarmiento.

Decenas de cuadrillas se reúnen para pasar esas horas. Los hay que se lo toman muy en serio, como los May-Day, perfectamente equipados y ataviados para la jornada. O grupos uniformados con camisas difícilmente llevables en otra jornada que no esté marcada por la laxitud y la diversión.

El sol ha acompañado para que la jornada se desarrolle con la normalidad de los eventos más esperados del año. Hoy es el día de reunirse con ese ambiente tan riojano de bodega, huerta o chamizo pero en el corazón de la pequeña gran ciudad, con gavillas corriendo de un lado a otro y dejando en la carne el inconfundible sabor de La Rioja.

Mañana tocará lavar la ropa, alejar ese olor de alegría y sumirse en las rutinas del otroño. Adiós, San Mateo. El año que viene volverás para sacar de los logroñeses lo mejor de una ciudad abierta, cosmopolita y, al mismo tiempo, aferrada a unas tradiciones que la engrandecen.

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