El futuro del puente Mantible
ÁLVARO RODRÍGUEZ Y JOSÉ MANUEL VALLE
Miércoles, 10 de febrero 2021, 07:28
El puente Mantible en sentido estricto no existe, ni lo hemos conocido ninguna de las personas que ahora vivimos, al menos no si pensamos en un puente como un elemento que permite la comunicación entre dos orillas, esta función se perdió hace mucho tiempo y ya en el mapa de Tomas López de 1769 aparece como «puente a medio demoler».
En 1983 se declara monumento histórico-artístico, indicando el Real Decreto: «La tutela de este monumento, que queda bajo la protección del Estado, será ejercida, a través de la Dirección General de Bellas Artes y Archivos, por el Ministerio de Cultura»; posteriormente, la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 dispuso que: «Los bienes que con anterioridad hayan sido declarados histórico-artísticos (...) pasan a tener la consideración y a denominarse Bienes de Interés Cultural». He aquí como Mantible adquirió la categoría de Bien de Interés Cultural. Con la descentralización del Estado, la Comunidad Autónoma de La Rioja declara su Ley de patrimonio cultural, histórico y artístico de La Rioja, en 2004, que al respecto expresa lo siguiente: En todo caso, tendrán la consideración de Bienes de Interés Cultural, por ministerio de esta Ley, los bienes existentes en el territorio de la Comunidad Autónoma de La Rioja declarados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad y todos aquellos que, hasta la fecha de entrada en vigor de esta Ley, hayan sido declarados Bien de Interés Cultural al amparo de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. A la vista del desarrollo de los acontecimientos, resulta dolorosa la lectura del artículo 25 de esta ley cuyo encabezado es Deber general de Conservación.
Comenzábamos diciendo que el puente no existe, porque no tiene operativa la función de comunicar, pero lo que sí conservaba y tenía cuando se declaró es el carácter de Lugar Cultural, figura contemplada por la Ley de 2004, y que a su vez se divide en otras a las que podrían encuadrarse los restos de Mantible, entre ellas zona arqueológica, vías culturales y paisajes culturales. Quiere esto decir, que la figura de protección sigue vigente y el deber general de conservación de las dos administraciones implicadas –Ayuntamiento de Logroño y Comunidad Autónoma– sigue intacto.
Muchas cosas son las que se pueden hacer a partir de ahora, aunque no todas ellas sean deseables. Así, por ejemplo, corremos el riesgo de que se quiera paliar la inacción de siglos con actuaciones precipitadas que recreen la forma de la ruina (o, peor aún, la forma de un «original» que, hasta la fecha, no ha sido determinada con precisión más allá de esbozos y propuestas), pero, en cualquier caso, que no recuperarían el bien material, ni tampoco la función.
A nuestro modo de ver, Mantible requiere, en primer lugar, solucionar el problema de la pila que sigue socavada e inclinada hacia el río, porque se ha de recordar que el desplome del arco no es el final del proceso de colapso sino un paso intermedio que proseguirá —previsiblemente en breve— con la caída de la pila sobre el río. Una propuesta, para evitar que esto suceda, sería el desmontaje de la misma, con supervisión, ritmo y documentación arqueológica para permitir la extracción de información como morteros, tipología de los sillares y modos constructivos, restos orgánicos, etc., que posibiliten datar de manera definitiva el antiguo puente Mantible. A partir de aquí, todas las posibilidades estarían abiertas, pero todas ellas se deben fundamentar en una investigación histórica y arqueológica intensa que solvente todos los interrogantes que el existen sobre el puente: ¿quién lo mandó construir? ¿por qué? ¿qué función tenía? ¿qué vías comunicaba? ¿por qué dejó de funcionar? ¿por qué no se rehabilitó?...
El conocimiento sobre el bien y su historia ayudará, sin duda, al planteamiento de hipótesis y a la toma de decisiones fundamentadas, que permitan desarrollar proyectos para la preservación de los restos materiales del puente, su reconstrucción –en la medida que se considere oportuno– y, sobre todo, su disfrute. Pero no hay que olvidar que, mucho más importante que preservar la propia materialidad, es preservar la memoria y el conocimiento sobre el elemento patrimonial, porque lo que no se conoce se olvida, dejando de tener interés y, por tanto, decayendo como elemento patrimonial trasmisible entre generaciones. ¿No será precisamente esa falta de conocimiento sobre el puente el que ha hecho que durante tanto tiempo se haya ignorado?