Una mosca que revolotea
«Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder» (Charles de Montesquieu, 'El espíritu de las leyes'
Haciendo gala de su proverbial transparencia, con la que solo algunos cristales de gran pureza pueden competir, el Partido Popular ha decidido suspender la actividad plenaria en el Parlamento de La Rioja ... hasta que se aprueben los Presupuestos. No es la primera vez que lo hace y no es la primera vez que se lo critico, pero la vida es así, cíclica, y hay cosas a las que nunca deberíamos acostumbrarnos. Es cierto que esta ley –la más importante del año– tiene prioridad en su tramitación, pero habrá que recordar que casi todos nuestros diputados y diputadas son ya profesionales y cobran un señor sueldazo para dedicarse en exclusiva a esta abnegada y relevante labor. ¿Acaso no pueden hacer otra cosa al mismo tiempo? Los diputados de los grupos minoritarios curran de lo lindo, pero hay otras señorías que sería raro que murieran de estrés en el ejercicio de su deber.
Da más bien la impresión de que al Gobierno, confortablemente acostado sobre su mayoría absoluta, el Parlamento o le molesta o le da un poco igual. Es esa mosca inofensiva pero pesada que revolotea sobre el filete y a la que Capellán acaba de soltarle un buen manotazo.
Las sesiones plenarias se dividen en dos partes: en la primera, más corta y vibrante, los grupos parlamentarios preguntan al presidente o a los consejeros; en la segunda, más larga, tediosa y a veces prescindible, se discuten mociones, proposiciones no de ley y los días buenos hasta proyectos de ley. Uno podría entender, en todo caso, que se aplazara hasta nueva orden esta segunda parte, pero en ningún caso deberíamos admitir que el Parlamento –que ya disfruta de unas vacaciones exageradas, envidiadas incluso por el gremio docente– olvidara por unos meses su función constitucional de control del Ejecutivo.
«La Cámara Regional no va a poder controlar la acción del Ejecutivo durante casi tres meses, algo que no es casual y obedece a la forma de entender la política de la propia presidenta. La falta de transparencia es una de las principales lacras de su Gobierno y ahora se da un paso más, cerrando la Cámara para no tener que dar la cara», decía el PP, por boca de su entonces portavoz, Jesús Ángel Garrido, cuando esto le parecía muy mal. Una de dos: o han cambiado de opinión y entonces deberían pedirle formalmente excusas a la señora Andreu, tal vez con un ramo de rosas y una caja de bombones, o han descubierto de pronto las comodidades del silencio ambiental.
En una democracia ideal, que tuviese algún respeto por el cadáver de Montesquieu, la presidenta del Parlamento, Marta Fernández Cornago, debería haber protestado y haber defendido con uñas y dientes la autonomía del Legislativo incluso frente a su propio partido. En el mundo real, sin embargo, ella sabe que, por mucha preeminencia que le otorgue el protocolo, es una mera auxiliar del Gobierno cuyo futuro político depende en buena medida de la sumisión cotidiana que demuestre al Ejecutivo. Como casi todos sus homólogos, por otro lado, comenzando por la impar Francina Armengol.
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