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Miguel Sarabia, subido a una plataforma, recibe los aplausos de cientos de madrileños ante el número 55 de la calle de Atocha de Madrid con motivo del 20 aniversario del asesinato de los abogados laboralistas. Bernardo Pérez / El País

«Mi padre siempre miró hacia el futuro con esperanza»

Memoria riojana del terrorismo ·

Guillén Sarabia recuerda la historia de su padre, Miguel, un logroñés que sufrió los atentados de Atocha de 1977

Domingo, 15 de marzo 2020

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El 24 de enero de 1977 la Transición española estuvo a punto de descarrilar. Aquella jornada fue terrible y trepidante: por la mañana, el Grapo – ... que mantenía secuestrado desde hacía más de cuarenta días a Antonio Maria Oriol y Urquijo, presidente del Consejo de Estado–, había raptado al presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, el general Emilio Villaescusa. La situación era insostenible. Las calles de Madrid estaban incendiadas por manifestaciones y protestas como consecuencia del asesinato el día anterior del joven Arturo Ruiz (un estudiante de BUP granadino de 19 años que se manifestaba por la amnistía de los presos políticos) a manos de varios pistoleros fascistas (que nunca rindieron cuenta ante la justicia). En el transcurso de aquellas manifestaciones, la joven Mari Luz Nájera cayó fulminada tras recibir el fatal impacto de un bote de humo lanzado por la policía. Se masticaba el peligro de involución y el cambio político en el que estaba inmersa España desde la muerte de Franco parecía pender de un hilo. «En aquellos días podía pasar cualquier cosa», recordaba Santiago Carrillo, secretario general del PCE, aún en la clandestinidad pero líder del partido a través del que se articuló la oposición mayoritaria y más organizada al franquismo. ETA había asesinado a 16 personas el año anterior, el país debatía su futuro tras la aprobación de la Ley de Reforma Política pero todavía no había Constitución (las primeras elecciones se celebraron en junio), los partidos políticos no estaban legalizados, tampoco los sindicatos, y la justicia era exactamente la misma que la de la época franquista. Pues bien, aquella noche todo iba a empeorar hasta extremos inimaginables.

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