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Miriam Oliveira iba a cumplir 36 años. Era la pequeña de tres hermanas que estaban muy unidas, que jugaban de niñas a ser reporteras en ... la finca de café de la que su padre era el encargado en Bahía. Se había trasladado a Haro desde Vitoria durante Semana Santa, apenas cinco días antes de que fuese asesinada el pasado 25 de abril.
Su hermana Jakcelia, quien encontró a Miriam sin vida, cuenta a este diario algunos detalles de su vida y de lo que ocurrió durante el día del crimen. «Acababa de recuperar a mis niños (de 1 y 2 años) y necesitaba una casa. Vinimos todos juntos a Haro, mi hermana, su asesino y yo con mis niños. Yo era muy feliz, por fin con mis niños y mi hermana, empezando una nueva vida».
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Miriam y su pareja llegaron juntos desde Brasil, desde Sao Paulo, donde reside ahora toda la familia. Y Jakcelia les pagaba el alquiler de la habitación. «Quince días antes de la tragedia tuvieron una gran pelea en Vitoria –asegura–. Mi hermana no me contaba nada, porque tenía miedo de que yo perdiese a mis hijos en mitad del proceso de recuperación». La pareja llevaba diez años de relación y Jakcelia desconoce si hubo denuncias anteriores, pero cree que no. «La forma en que la trataba es normal en Brasil. La gente ve normal que un hombre sea posesivo, que quiera que la mujer vista de una forma determinada, que quiera que tenga la comida puesta en la mesa, que le lave la ropa... Ella no salía mucho conmigo porque él se enfadaba. Son cosas con las que, hablando luego con mi hermana Marina, que pasó más tiempo con ellos, nos dimos cuenta de la situación por la que estaba pasando. Pero ella lo escondía todo, yo me he enterado... cuando ya está muerta».
La gran pelea en Vitoria se produjo porque ella quería poner fin a la relación, «pero él le dijo que iba a dejar de beber, que iba a cambiar para que ella le diese una oportunidad más. El problema es que él ya quería matarla», asegura Oliveira. «Llevaba un tiempo amenazando con suicidarse, desaparecía durante horas y mi hermana se preocupaba. Decía que a veces le daban ataques de ansiedad diciendo que antes que vivir sin ella, se mataba. Pero a la que mató fue a ella».
«Yo –añade Jakcelia– llevo más tiempo en España y tengo un carácter muy fuerte, soy muy protectora con los míos. Él sabía que yo jamás iba a aceptar que tratara así a mi hermana, así que yo creo que comenzó a portarse bien por mí, no por ella. De hecho estaba más conmigo, detrás mío. 'Quiero a tu hermana, tú estás viendo que estoy cambiando', me decía. Una semana antes de matarla estuvo un tiempo sin comer. Pero un par de días antes empezó a comer muchísimo. Creo que estaba reuniendo fuerzas para matarla. Son cosas de las que me estoy dando cuenta ahora, siete días después».
«Seguramente –continúa– entró en la habitación, discutieron porque yo hablé con mi hermana y ya estaba decidida a dejarle. Él se fue, volvió con un cuchillo y le rajó el cuello desde la espalda. Por la posición de mi hermana no tuvo posibilidad de defenderse».
Según cree la hermana, su intención era terminar también con su vida y la de sus hijos. «Tuve suerte porque yo suelo llamar antes de llegar para que me ayude con el carro de los bebés. Ese día no llamé, subimos por las escaleras directamente. Tampoco hice la rutina de todos los días, de quitar los abrigos a los niños, quitarme las zapatillas, ponerme el pijama, para después ir a buscarla. Pero ese día no hice nada de eso. Fui directamente al escritorio a verla, y allí la encontré».
Afortunadamente, el pequeño fue directo al frigorífico en busca de helado. Jakcelia cuenta que ella «llevaba a la pequeña en brazos, con la suerte de que ella miraba a su hermano cuando abrí la puerta. Entonces la vi en el suelo y cerré rápidamente. Algo me impulsó a llamar a mi hijo a gritos y llevármelos de allí escaleras abajo. No era consciente de que él seguía en la casa». La mujer bajó a la calle a buscar ayuda y escuchó que la gente «decía que había un hombre saltando entre terrazas. Por un momento se cruzaron nuestras miradas y yo sentí odio, lo vi como enfadado porque hubiéramos escapado», rememora.
«El asesino es tan malo que mató a mi hermana y cerró la puerta. Y se quedó en casa tranquilo, con mi hermana muerta dentro, esperándonos. Yo no sabía ni que estaba, pero creo que fue el instinto de protección de una madre», confiesa.
Jakcelia se lamenta de no haber sido consciente de la situación. «Yo misma tuve una relación en la que él amenazaba con matarse, y al final casi me mata a mí con una escopeta. Yo conseguí huir, mi hermana no». Por ello, lanza un mensaje claro a las mujeres que estén viviendo una situación parecida. «Si un hombre que ya te ha maltratado, física y psicológicamente, amenaza con suicidarse, pide ayuda».
Jakcelia Oliveira quiere que su hermana descanse en Brasil, junto a su familia, pero se ha encontrado con la peor cara de la burocracia. «Hemos estado en el tanatorio de Logroño y tengo que pagar 5.500 euros para llevar el cuerpo a Brasil. El asesino me robó 2.000 euros y tengo una paga de mil euros. Me faltarían 2.500». Y, a pesar de ser un caso reconocido de violencia de género y haber contado con las condolencias y minutos de silencio correspondientes, ni la Diputación de Álava ni el Gobierno de La Rioja ni Brasil, donde el caso se ha propagado por los informativos, se han ofrecido a sufragar los 2.500 euros necesarios para que el cuerpo pueda ser devuelto a casa. La familia, ante esta situación, ha solicitado colaboración para poder repatriar el cuerpo.
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