Más de 870 bares se reparten las 1.577 tragaperras que todavía hay en La Rioja
El Consejo Empresarial del Juego calcula que unos 3.800 riojanos juegan con frecuencia a las oficialmente llamadas máquinas
Franquear la puerta de un bar es sumergirse en un mundo de sonidos, el golpeteo de una cucharilla contra el borde de la taza del ... cortado, las conversaciones encendidas sobre política entre dos paisanos, el ventilador en una tórrida tarde de verano y de fondo, el soniquete de las frutas, los sietes y los diamantes girando en la pantalla de una máquina tragaperras que un cliente no para de alimentar moneda a moneda.
La estampa se repite a diario en cada uno de los 872 bares de la región que aún conservan las tragaperras, máquinas que los juegos on line, pese a su violenta irrupción, no han conseguido desplazar. La existencia de estos dispositivos, que en España se legalizaron en 1981, ha puesto en jaque a varios colectivos de personas afectadas por la ludopatía que reclaman su prohibición.

Número
de máquinas
tragaperras
1.577
Bares con
tragaperras
872

Número
de máquinas
tragaperras
Bares con
tragaperras
1.577
872

Número
de máquinas
tragaperras
Bares con
tragaperras
1.577
872
Una petición que, a corto plazo, parece altamente improbable si se tiene en cuenta que algo más de seis de cada diez bares de la región cuentan al menos con una tragaperras. Esta es la conclusión que se extrae si se cruzan los datos de la Memoria de Actividad del Juego en España 2024, elaborada por la Dirección General del Juego, dependiente del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, con los 1.372 establecimientos de bebidas que, según el INE, había en La Rioja en 2024. Algunos disponen de varias ya que son 1.577 tragaperras repartidas en 872 bares.
Lejos de desaparecer, en los últimos años se ha incremento el número de este tipo de máquinas en nuestra comunidad. El pasado año había un 2% más que en 2020 (1.549), aunque también es cierto que tras el primer año de pandemia las tragaperras repuntaron un 6,5%. No ha ocurrido lo mismo con los establecimientos con máquinas b, que desde el primer año de covid hasta hoy han caído un 7%.
Para los expertos, el temor que despiertan las tragaperras es que en muchos casos puede ser la puerta de entrada a la ludopatía. Esta es una de las explicaciones que dan los colectivos que solicitan su ilegalización. Su fácil acceso y la satisfacción inmediata son factores que pueden llegar a inducir la adicción al juego o a favorecer recaídas en personas que se han autoprohibido entrar en casinos, bingos o portales de internet. En estos casos, una vez aceptada la solicitud de autocensura, es la propia administración y las empresas las que impedirán el acceso a las salas físicas o portales en internet. A 31 de diciembre del pasado año, de acuerdo con el informe de la Dirección General del Juego, 116 riojanos se habían autovetado, 72 de ellos eran hombres y 44 mujeres.
Los expertos alertan de que las también bautizadas como tragamonedas pueden ser la puerta de entrada a la ludopatía
A 31 de diciembre del pasado año 116 riojanos se habían autoprohibido entrar a bingos, 72 eran hombres y 44 mujeres
El documento no ofrece más detalles sobre quién y cuántas personas podrían usar las tragaperras en La Rioja, aunque el Consejo Empresarial del Juego (Cejuego) en su informe Juego y Sociedad 2024, calcula que el 3,5% de la población de entre 18 y 75 años declara jugar a las máquinas b, es decir, unos 11.450 riojanos. Una tendencia «al descenso, lenta y con altibajos», apuntan en el mismo texto. No obstante, como ocurre con las apuestas, la presión social lleva a que parte de quienes juegan lo oculten, de ahí que el número de jugadores podría ser mayor. En cualquier caso, un tercio de ellos, unos 3.800, dicen hacerlo con frecuencia, el resto, de vez en cuando. Estos últimos se limitarían a «echar alguna moneda de las vueltas de las consumiciones para probar suerte».
En cuanto al perfil, ocho de cada diez son hombres (el 79,6% por un 20,4% de mujeres) mayoritariamente españoles (91,4%). Respecto a la edad, un 24,3% tiene de 35 a 49 años, un 23,3% de 18 a 24 y un 21,4% de 25 a 34 años. El alto porcentaje de jóvenes se explica por el hecho de que entre los menores de 34 años el juego es muy esporádico. Sobre el estatus social abundan los que se declaran de clase media (32%), frente al 12,2% de nivel alto y el 7,9% de estatus bajo.
Un círculo vicioso
La realidad de las más máquinas tragaperras preocupa en Proyecto Hombre La Rioja, según explica Teresa Pascual, psicóloga y coordinadora del programa Reconecta de la asociación, por lo fácil que es pasar en muy poquito tiempo, «en un par de años», apunta, de jugar como un entretenimiento con los amigos a endeudarse y a meterse en ese círculo vicioso de necesito recuperar todo el dinero que he perdido y no se va recuperando, al contrario, voy perdiendo más y más y más».
En muchos casos es el punto de partida de lo que con el tiempo se convierte en una adicción al juego. Una espiral de la que se sale con esfuerzo y, por lo general, tras alguna recaída. En estos casos se hace necesario buscar alternativas a las vías de escape que la persona con problemas de juego tenía hasta entonces, porque, al final, «necesito encontrarme mejor cuando me encuentro mal, necesito entretenerme cuando me aburro y busco vías de escape. Hay unas que son saludables, como el deporte, y otras no, como el abuso de cualquiera de esas cosas».
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