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'La sonata a Kreutzer', de León Tolstói. L.R.

Un violín asesino de Beethoven

Gacetilla de un tipo confinado (XXX) ·

Sobre la mole de la Sierra de Cantabria me sorprendió una nubecita fugaz y solitaria que tenía forma de violín

Miércoles, 15 de abril 2020, 08:20

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El sol caliente de la tarde de ayer fue un prodigio nacido de una mañana luminosa de aires revueltos que despejó el cielo de cirros, cúmulos y estratos. Sobre la mole de la Sierra de Cantabria, de la que diviso un minúsculo tramo desde mi escritorio, me sorprendió una nubecita fugaz y solitaria que tenía forma de violín, con un rabillo estrecho y afilado rematado con una protuberancia gaseosa en forma de voluta. Un violín perfecto para una sonata de Beethoven, imaginemos la de Kreutzer; y para una novela de amor y celos de León Tolstói, su homónima literaria, que me asombró nada más abrirla y toparme con una cita bestial del Evangelio según San Mateo: «Mas yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón». ¡Dios mío!

Rodolphe Kreutzer fue uno de los grandes violinistas de la historia pero se le recuerda más por la sonata que le dedicó Beethoven en 1802 que por su admirable virtuosismo con su exclusivo Stradivarius. Cuando Kreutzer recibió la partitura la despachó al instante, quizá por celos, asegurando que era intocable: «Beethoven no comprende el violín». Y jamás la tocó.

Miré después la nubecita y había desaparecido como por ensalmo. Se había transformado en una bruma sostenida y diseminada en el aire, apenas un recuerdo del sonido del imaginario violín que atormentaba a Pózdnyshev, el protagonista de la novela de Tolstói, un hombre que se debatía en la sospecha de que su esposa, la hermosa pianista Liza, estuviera bajo los efluvios del violinista Trujachevski, cuando interpretaban juntos cualquiera de los tres movimientos de la bella sonata de Beethoven. «Nosotros, aquí, nos ocupábamos de la música», dijo el violinista cuando les sorprendió el marido. Y Pózdnyshev la mató. «La tiré al suelo y empecé a estrangularla. Le asesté con toda mi fuerza una puñalada en el lado izquierdo, por debajo de las costillas». Pózdnyshev asume su fatal obra. Tolstói le hace reflexionar en un asombroso monólogo interior sobre su culpa, la rutina y el resentimiento absurdo que le habían llevado a un crimen sin sentido.

El primer movimiento de la sonata es la puñalada Pózdnyshev, la que jamás quiso tocar Rodolphe Kreutzer

La censura se cernió de inmediato sobre la obra. La apertura del primer movimiento de la sonata es, sin duda, la puñalada Pózdnyshev, la que jamás quiso tocar Rodolphe Kreutzer.

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