En Manhattan no hay pescaíto frito
Gacetilla de un tipo confinado (XLVI) ·
Ayer escuché mucho a José. Por la tarde. El Potro primero y después Castillo de Arena. Camarón con Paco por siguiriyaDe todos los libros que tengo de Camarón (quizás los que se han publicado), el de Carlos Lencero es único porque no es una biografía; es un diaporama: «En 1988 actúa Camarón en París en Le Cirque d'Hiver: dos mil espectadores a doscientos francos la entrada. Y mucha gente se quedó en la calle. El 14 de junio de 1990, Camarón causa sensación en Nueva York. Ante la posibilidad de ampliar allí sus actuaciones durante una buena temporada, el de La Isla comentó: En Manhattan no hay pescaíto frito». Y se volvió.
Ayer escuché mucho a José. Por la tarde. El 'Potro' primero y después 'Castillo de Arena'. Camarón con Paco por siguiriya, las Cositas malas de Manuel Molina, un compendio de su voz cristalina de finales de los años setenta: «Por cosas malas que tú me hagas / yo a ti te quiero con toda mi alma». No se puede explicar el cante a borbotones. Su respirar hacia dentro. El grito primordial El aire indeleble de su compás afinado y templado.
Carlos Lencero fue un tipo único, poeta, escritor y letrista. «Para empezar, yo nunca he sido camaronero. Ni lo soy. Ni lo pretendiera. Me ha gustado José cantando, simplemente. Unas veces más. Otras, menos. Otras, mucho. Algunas, muchísimo. Tras su desaparición, me deshice de todos sus discos, fotos, artículos y libros dedicados a su persona. No soportaba escucharlo. Sólo pensaba en José. Miedoso, supersticioso, frágil, y en su encuentro con la Señorita Muerte».
Un estudio pequeño, casi claustrofóbico; «pá fumarse un pitillo de grifa nos teníamos que encerrar en el váter»
Lencero, cuando escribió este libro, acababa de esquivarla (por poco tiempo). Por eso, en el frontispicio aparece una frase de Chet Baker. Morir es fácil. Lo difícil es la música. Y la obra revive el alma de José a través del pliegue de sus vivencias y del plasma de sus recuerdos: «De mi madre Juana lo aprendí todo».
Lencero fue un poeta maldito. ¿Recuerdan aquella letra de Pata Negra?: «Era una noche de invierno / que llovía a chaparrones / Tu niña Monge decía / Joselito, dame frijoles...». Lencero realiza un relato prodigioso de la grabación de 'La leyenda del Tiempo', en una casa de Umbrete, con Juan el Camas y Raimundo Amador. «Os pongo unos tomates con sal y poleo, y ya mismo está aquí el conejo». La dieta del arte. Un estudio pequeño, casi claustrofóbico; «pá fumarse un pitillo de grifa nos teníamos que encerrar en el váter».