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La portada del libro 'El teniente Gustl'. L.R.

Mahler pasea de noche por Logroño

Diario de un tipo confinado (XVI) ·

La ciudad recupera sus costumbres cuando duerme y el vacío nocturno confiere normalidad a estas jornadas anormales

Miércoles, 1 de abril 2020

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A eso de las dos de la madrugada me asomé al balcón. La ciudad recupera sus costumbres cuando duerme. El vacío de la noche confiere un aspecto de normalidad a estas jornadas anormales. No aguanté mucho porque ya arreciaba el frío y de pronto apareció por el parque un tipo en chándal negro, con gorra y dos perros gemelos y gigantescos escoltando un paseo (imagino que breve) que me recordó que estábamos confinados.

«¿Cuánto tiempo más durará esto? Debo mirar el reloj... aunque tal vez no esté bien en un concierto tan serio. Pero ¿quién se dará cuenta? Si alguien me ve, es porque pone tan poca atención como yo, y ante él no debo avergonzarme...». Ahora no hablo yo. Lo hace el teniente Gustl, el personaje imaginario de una novelita mínima de un novelista máximo, el dramaturgo austríaco y judío Arthur Schnitzler (1986-1931), médico admirado por Sigmund Freud (llegó a considerarle su doble literario) y creador de uno de los primeros monólogos interiores de la literatura centroeuropea.

La historia es absurda. El teniente acude a un concierto en el que se aburre y comienza a divagar porque había pactado un duelo dos días después con un médico comunista: «Siempre me entretengo en la ópera, incluso cuando es aburrida. Podría volver pasado mañana a La Traviata. Pero pasado mañana tal vez sea un cadáver».

De pronto apareció por el parque un tipo en chándal negro, con gorra y dos perros gemelos... Era Malher con dos arpas

Gustl tiene un incidente a la salida con un panadero que no le deja desenvainar el sable y se siente deshonrado. Antes de que den parte a las autoridades decide suicidarse. Vaga solitario entre cantinas y reservados expiando sus deudas mentales. Decide darse un buen desayuno y se entera de que el panadero ha muerto de un infarto. «Sí, señor teniente, es una pena; era un hombre muy bueno, y venía aquí desde hacía veinte años». No creo haber estado tan contento en toda mi vida...

¿Quién sería el tipo de la gorra y los dos canes? Me acordé del estúpido Gustl, que tan pronto como se liberó de pensar en el suicidio recuperó sus ansias de duelo con el médico comunista. En Viena sucedían cosas extrañas porque quizás Arthur Schnitzler escuchaba todo el tiempo a Gustav Mahler. Ayer me deslicé por el Adagietto de su quinta sinfonía, la que Visconti utilizó para 'Muerte en Venecia'. Suenan la cuerda y dos arpas. Quizás el tipo de la gorra era Mahler con sus dos arpas perrunas y paseaba buscando un nocturno... Yo lo vi y me fui a la cama aterido de frío.

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