La hora de Chacón, la madrugada lívida
Gacetilla de un tipo confinado (LIII) ·
Caminata y cante. El sol había sido vencido, pero el aroma era de tarde templada y simpática, con un viajecito por malagueñas chaconianasSecciones
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Caminata y cante. El sol había sido vencido, pero el aroma era de tarde templada y simpática, con un viajecito por malagueñas chaconianasLogroño
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Viernes, 8 de mayo 2020, 08:14
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He comprado libros en sitios inopinados, en el improbable caso de que pueda existir un lugar más inopinado que una librería por su absoluta disposición hacia la sorpresa. Esta biografía de Don Antonio Chacón (el papa del flamenco) se la merqué a Paco Benamargo en una de las primeras ediciones de los Jueves Flamencos del Salón de Columnas del Teatro Betrón. Paco es un vendedor nómada, malagueño de Madrid que plantaba su puestecito a un paso de la puerta y allí afloraban discos incunables y libros tan hermosos y desconocidos como este viaje al alma de uno de los arquitectos del cante flamenco. Don Antonio Chacón (1869-1929) fue un creador absoluto al que conocí por la morentiana vía del disco esencial que le dedicó Enrique a final de los años setenta con la guitarra de Pepe Habichuela y que ayer escuché por caracoles en el paseo diario que confiere al confinamiento un poco de saludable normalidad. Caminata y cante. El sol había sido vencido ya, pero el aroma era de tarde templada y simpática, con una brizna a romero de esperanza.
El maestro del periodismo gastronómico, taurino y flamenco, el barcelonés Néstor Luján (uno de los espejos en los que me he mirado desde que era pre-plumilla en potencia) describió así al orondo genio: «La figura de este zapatero de Jerez que dejó el oficio para dedicarse al jondo es la más importante del flamenco. Antonio Chacón fue un apasionado, un vitalizador, un mágico. Convertía en jondo cualquier cosa que cantase».
José Blas Vega explica en su libro que decir Chacón en el cante por malagueñas es decirlo todo, ya que «fue su revolucionador, su jerarquizador, su mejor intérprete, su divulgador y su creador genial». Chacón trajo al pueblo la copla grande, la copla seria, de cinco tercios, acabados, redondos, ligados algunos en un esfuerzo extraordinariamente difícil, recordaba el crítico José Román. Y hasta el mismísimo Silverio Franconeti escuchaba llorando a Chacón y balbucía: «¡Qué bárbaro! ¡Qué bárbaro!».
Y la elegía que le compuso Tomás Borrás: «Y Chacón, listo, traza la línea divisoria / que en dos mitades parte el universo entero. / Pregunta: –¿Los señores saben escuchar? – ¿No sabe escuchar?: Payo. ¿Sabe escuchar?: Flamenco. / Es la hora de Chacón. La madrugada lívida / Ya no hay gente, ya están solos la vida, la pena y los amigos».
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