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'Edad de hombre', de Michel Leiris. L.R.

Me descubro de una fealdad humillante

Ayer, en un instante de soledad antes del chaparrón de la mañana, me vi ante el espejo y me acordé del autorretrato de Leiris

Sábado, 9 de mayo 2020, 11:35

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No creo en nada pero siempre me alegra despertarme por las mañanas, decía Francos Bacon, el autor del retrato más desconcertante de uno de los escritores más lúcidos que conozco: el francés Michel Leiris (1901-1990), dadaísta, surrealista de primera hora, etnógrafo, amigo de Eric Satie, y un autor que relata el sexo con precisión de cirujano: «Hace mucho que no considero el acto amoroso como algo simple sino como un acontecimiento relativamente excepcional». Creo que Bacon y Leiris se hicieron amigos porque ambos sometieron su expresión artística a un interrogante absoluto e inacabado de su vida y de su anatomía. Su sexualidad inconcreta y su tormento existencial les lleva de la mano.

Y lo digo porque ayer, en un instante de soledad antes del chaparroncillo de la mañana, me vi ante el espejo y me acordé de la autodescripción de Leiris en 'Edad de hombre': «Mi cabeza es más bien grande para mi cuerpo. Tengo las piernas un poco cortas en relación con el torso, los hombros demasiado estrechos con referencia a las caderas. Ando con el cuerpo inclinado hacia adelante y me encuentro con frecuencia profundamente inelegante; me horroriza mirarme de improviso en un espejo ya que, por no estar preparado, me descubro de una fealdad humillante».

El retrato de Bacon es una superposición de planos de la cabeza de Leiris, de trazos en apariencia incoherentes y desproporcionados. La falta de lógica en la boca revelan la profesión de Leiris: «Mi actividad principal es la literatura; se es literato como se es botánico, astrólogo o médico. Los pocos libros que he publicado no me han valido notoriedad alguna. No me quejo. Tanto horror me inspira un escritor de éxito como un poeta menospreciado».

«Hace mucho que no considero el acto amoroso como algo simple sino como un acontecimiento bastante excepcional»

Rafael Conte, al que pude tratar y con el que cené en Logroño junto al periodista Pío García en una velada que nunca olvidaré, recordaba que Leiris ponía en juego la vida del escritor frente a su texto como un riesgo físico semejante al del cuerpo del torero frente al cuerpo del toro, «lo que supone un riesgo mortal y es la primera regla del escritor que resume su enfrentamiento ante la escritura».

Salí de mi experiencia ante el espejo tan contrariado como de costumbre. Bacon y Leiris se explicaron el uno al otro de una manera admirable. La descomposición del verbo, la luz del plano y el ojo metafísico del retrato de una mirada insondable.

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