Creeré siempre en la primavera
Gacetilla de un tipo confinado XXXII ·
Mis ojos no terminan de acostumbrarse al parque vacío de mi barrio, ni al peatón furtivo y ensimismado, ni al tipo del perroEl viento se batía en duelo con las persianas de la ventana. Vibraban atrapadas y nerviosas, cada lama crujiendo por su cuenta al compás del ... aire racheado y sórdido de una tarde tan avara de luz como la de ayer, con las nubes fijadas al techo, encampanadas y trémulas. Mis ojos no terminan de acostumbrarse al parque vacío de mi barrio, ni al peatón furtivo y ensimismado, ni al tipo del perro con su andar cansino de una liberación efímera y pautada por la ley.
Hay días perfectos para deslizarse por la música de Bill Evans, días en blanco y negro, días para escucharla el silencio. Porque como confesaba el propio pianista en la carpeta del álbum 'Alone', lo «único importante para entender la música en toda su profundidad es saber escuchar».
¿Y qué escucharía Bill para componer así? Peter Pettinger explica en el libro 'Vida y música de Bill Evans', que fue el creador de un lenguaje armónico totalmente personal, profundo como Gershwin o Stravinsky, pero desarrollado a un ritmo deliberadamente lento, pues «nunca tuvo prisa por adelantar los acontecimientos».
«Toco como entiendo la música y la mejor manera de compartirla es evitando por competo las palabras»
Y una vida atormentada: «Quienes acudían a sus conciertos eran conscientes de que cualquier noche podía ser la última». Devorado por sus fantasmas personales, la enfermedad y las drogas, la música era su único recurso para sobrevivir a sí mismo, a su instinto mortal y trágico.
Y su soledad: «Siempre me he encontrado más cómodo tocando sin público. Me limito a tocar la música tal y como la entiendo y la mejor manera de hacer que el público comparta esta experiencia personal es evitando por competo las palabras».
Detrás de toda su sutileza y elegancia creativa, de toda su demoledora capacidad para generar una belleza sostenida en frases melódicas aparentemente sencillas pero dotadas de una complejidad absoluta, latía un hombre en continuo estado de agonía. Grabó con Miles Davis uno de los mejores discos de la historia del jazz, 'Kind of blue', una obra que cambió el rumbo del planeta. Vivió el suicidio de su esposa Ellaine y el de su hermano Harry, para el que compuso 'We will meet again' (Volveremos a encontrarnos), que se publicó después de su propia muerte en el gigantesco disco 'You must delieve in spring' (debes creer en la primavera). Gracias a Evans creeré siempre en la primavera, incluso en ésta.
El viento se batía en duelo con las persianas de la ventana. Vibraban atrapadas y nerviosas, cada lama crujiendo por su cuenta al compás del aire racheado y sórdido de una tarde tan avara de luz como la de ayer, con las nubes fijadas al techo, encampanadas y trémulas. Mis ojos no terminan de acostumbrarse al parque vacío de mi barrio, ni al peatón furtivo y ensimismado, ni al tipo del perro con su andar cansino de una liberación efímera y pautada por la ley.
Hay días perfectos para deslizarse por la música de Bill Evans, días en blanco y negro, días para escucharla el silencio. Porque como confesaba el propio pianista en la carpeta del álbum 'Alone', lo «único importante para entender la música en toda su profundidad es saber escuchar».
¿Y qué escucharía Bill para componer así? Peter Pettinger explica en el libro 'Vida y música de Bill Evans', que fue el creador de un lenguaje armónico totalmente personal, profundo como Gershwin o Stravinsky, pero desarrollado a un ritmo deliberadamente lento, pues «nunca tuvo prisa por adelantar los acontecimientos».
Y una vida atormentada: «Quienes acudían a sus conciertos eran conscientes de que cualquier noche podía ser la última». Devorado por sus fantasmas personales, la enfermedad y las drogas, la música era su único recurso para sobrevivir a sí mismo, a su instinto mortal y trágico.
Y su soledad: «Siempre me he encontrado más cómodo tocando sin público. Me limito a tocar la música tal y como la entiendo y la mejor manera de hacer que el público comparta esta experiencia personal es evitando por competo las palabras».
Detrás de toda su sutileza y elegancia creativa, de toda su demoledora capacidad para generar una belleza sostenida en frases melódicas aparentemente sencillas pero dotadas de una complejidad absoluta, latía un hombre en continuo estado de agonía. Grabó con Miles Davis uno de los mejores discos de la historia del jazz, 'Kind of blue', una obra que cambió el rumbo del planeta. Vivió el suicidio de su esposa Ellaine y el de su hermano Harry, para el que compuso 'We will meet again' (Volveremos a encontrarnos), que se publicó después de su propia muerte en el gigantesco disco 'You must believe in spring' (debes creer en la primavera). Gracias a Evans creeré siempre en la primavera, incluso en ésta.
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