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Hace sesenta años, más de 400 agricultores y propietarios de la zona de Hervías-Negueruela recibían los títulos de propiedad de sus nuevas fincas tras ... un proceso de ocho años que suponía la primera concentración parcelaria de La Rioja. A esa pionera iniciativa le han seguido procesos similares que han servido para modernizar la agricultura regional en medio centenar de emplazamientos. Y en un momento de crisis en el campo como el actual, con un sinfín de incógnitas y la necesidad de ser más rentable, las parcelarias se han dinamizado. Desde la Consejería de Agricultura, Ganadería, Mundo Rural y Medio Ambiente se están desarrollando las de Lagunilla del Jubera-Ribafrecha y Arnedo (zona Mabad-Bustarrío), pero en cartera están las de Tricio, Cárdenas, Añamaza y Ribafrecha II.
«En las concentraciones ha habido altibajos y esta es una época de bastante demanda», explica José Luis Soba, jefe del Servicio de Infraestructuras Agrarias. «Una de las razones está en que la viña ha tenido un precio muy alto y la gente se resistía. Ahora que ha perdido valor se anima más», analiza.
Seis décadas de procesos de modernización que continúan siendo bastante desconocidos e incluso temidos, aunque «hasta al agricultor que asegura haberse sentido más perjudicado, al año siguiente le dices de volver atrás y no quiere», añade María Luz Sáinz, técnica de concentración parcelaria. «El primer año todos los propietarios aseguran que han perdido, pero luego no quieren ni oír hablar de dar marcha atrás», añade.
«Algo intrínseco a nuestro trabajo es que sabes que nadie te va a decir que ha ido bien», bromea Antonio Martínez, jefe de Concentración Parcelaria y veterano, como Mari Luz, en estos procesos. A pesar de que estos proyectos han generado muchas y muy enconadas disputas entre partidarios y detractores, incluso con llamadas a la Guardia Civil, Martínez quita hierro a esa leyenda oscura.
«En general no diría que han sido conflictivas, pero sí pesadas porque cada implicado tiene su parcelaria en la cabeza y es imposible contentar a todos. Pero el proceso es siempre positivo», analiza el responsable de Concentración Parcelaria.
Los 56 proyectos desarrollados han logrado concentrar más de 57.000 hectáreas («casi el 40% de la tierra cultivable», apunta Soba) y han conseguido reducir de 242.117 parcelas a 36.571. Es decir, pasar de pequeñas fincas de unos cuantos cientos de metros cuadrados o unas pocas fanegas a otras que se miden por hectáreas. Y todas ellas con buenos accesos y, si es posible, regadío.
Estos procesos que, después de una valoración, pasan por unificar tierras y formar lotes correlativos a las posesiones anteriores de cada propietario («la parcelaria no entra en lo que hay en cada finca», reseña Martínez), se expanden como manchas de aceite por el territorio.
Arenzana de Abajo, en 2016, con 624 parcelas tras la concentración.
Arenzana de Abajo, en 2003, con 2.944 parcelas.
La zona de La Rioja Alta, por ejemplo, ha ido sumando municipio tras municipio. Ahora son las zonas del Leza y el Jubera y la comarca del Cidacos las que se están animando. «Hace 15 años, por ejemplo, en Ribafrecha no querían ni oír hablar de la parcelaria, pero al ver los beneficios en Lagunilla o Santa Engracia se animaron. Ahora ya nos están pidiendo empezar los trámites en otra zona», incide Soba.
La mentalidad ha cambiado, pero también la sociedad y los principales actores, que son los agricultores. «Antes, los propietarios de la tierra vivían del campo y en los pueblos», analiza Soba. Ahora muchos de los dueños son ajenos a sus tierras y las tienen arrendadas u olvidadas, mientras que los profesionales del agro son cada vez menos ya que subsistir del campo exige una profesionalización, una mecanización y una inversión grande.
Aunque la Administración es la que paga unos costes que no son pequeños (por ejemplo, solo la contratación de los caminos y desagües de la parcelaria de Ribafrecha-Lagunilla asciende a 5,8 millones), el agricultor debe invertir en su nueva finca. Por ejemplo, si tenía viñas en otras, conserva el 'papel' pero le toca replantar. O si quiere cambiar de cultivo, intervenir en la finca… «A muchos les duele la inversión, sobre todo a gente mayor que ahora piensa que no vale la pena», reseña Sáinz.
A esa nueva realidad de los propietarios, también se suman cambios en los propios métodos de diseño de la parcelaria. Desde hace más de dos décadas el GPS y la fotografía aérea han sustituido los escalímetros o las cintas y han variado mucho oficios como los de delineantes, ingenieros, peritos, calculistas… Antiguamente, incluso, la Administración contaba con un sociólogo que sondeaba a los vecinos, explicaba el proyecto, escuchaba propuestas… «Echo de menos ese papel porque ayudaba mucho, especialmente a la hora de arrancar los proyectos, que siempre es lo que más cuesta», abunda Martínez.
Lo que no ha cambiado es lo que ganan y pierden los propietarios. Ganan en comodidad, con menos parcelas bien comunicadas, y ahorran tiempo y dinero. Pero por el camino se dejan algo de tierra y en muchas ocasiones corros con valor sentimental o fincas especialmente fértiles.
«A todos los propietarios se les quita un porcentaje de tierras de forma proporcional. Por ejemplo, un 2% va a caminos, desagües y masas comunes, que son zonas que pasan a los ayuntamientos y que, en teoría, arrendan para con ese dinero mantener los caminos», explica Soba. «Si un agricultor tenía 4 hectáreas de viñedo, se hace todo lo posible por darle 3,5 hectáreas con las condiciones lo más parecidas posibles. Tratamos de ser receptivos a las propuestas, pero es imposible contentar a todos», incide el jefe de Infraestructuras Agrarias.
El director general de Desarrollo Rural, David Martín, reconoce que las parcelarias viven una momento de 'boom' en La Rioja. «Nunca se había trabajado en tantos proyectos a la vez y por eso vemos cuáles tienen respaldo suficiente porque no podemos perder tiempo», recalca.
«Estamos intentando reforzar el departamento y vamos a intentar subcontratar partes de los procesos para dar respuesta a todos», incide. La explicación a este incremento radica en que «los agricultores buscan rentabilidad de sus parcelas pensando en la modernización, en cambios de cultivo...por encima de factores sentimentales».
«La parcelaria se ve como uno de los pilares que permite sostener la actividad agraria y cada vez en más zonas esto se tiene en cuenta», concluye Martín.
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