José María Martínez Vidaurre Investigador en el ICVV
«Con el cambio climático, la agricultura convencional tiene que evolucionar»El científico apuesta por un escenario de menos agua y de fenómenos extremos, con el que ya trabaja el ICVV para la viticultura del futuro
José María Martínez Vidaurre coordina el grupo VitisGestión, un amplio colectivo científico investigador del Instituto de las Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV) ... que trabaja con un espectro de prácticas y propuestas de viticultura sostenible, desde el manejo de suelos y técnicas de cultivo al trabajo con material vegetal autóctono mejor adaptadas al cambio climático, nuevas técnicas de cultivo, eficiencia de riego... «Prácticamente todo el personal investigador estamos en programas que tienen que ver, de una u otra manera, con el cambio climático. Así que, evidentemente, es una absoluta prioridad para la investigación y la propia viticultura y agricultura en general».
– ¿Una evidencia por tanto?
– Por supuesto. Está claro que estamos padeciendo las consecuencias del cambio climático, pero también lo es que aún tenemos una incertidumbre muy alta. Lo más compartido por la comunidad científica es que, pese a lo sucedido este año, vendrán primaveras más secas y que vamos a tener que estar más preparados para fenómenos extremos. En este sentido, como especialista en suelos, este tema es el que más me preocupa porque estamos sufriendo una fuerte erosión de suelos y deberíamos tener una mayor capacidad de respuesta.
«Estamos sufriendo una fuerte erosión y es un tema que, como especialista, me preocupa mucho»
– ¿Significa eso que, en general, hay que comenzar a adoptar nuevas técnicas de cultivo?
– Sí. La agricultura convencional, la que hemos practicado durante décadas, tiene que evolucionar hacia prácticas más sostenibles. Debemos empezar a proteger los suelos y eso significa comenzar a trabajar con laboreos que eviten en la medida de lo posible los arados. Estamos viendo de forma repetida, especialmente laderas, con contenidos muy bajos de nutrientes, lo que supone un verdadero problema. En el ICVV estamos trabajando con cubiertas vegetales permanentes y no permanentes, con acolchados orgánicos... Es decir, hay opciones, pero lo que no sirve ya es la agricultura convencional como la hemos trabajado. Hay bodegas, por ejemplo, que llevan ya años trabajando con las plantaciones en 'key line' (línea clave), que controlan mucho mejor el agua frente a la erosión, y, de hecho, nosotros acabamos de hacer una plantación en La Grajera. Es decir, hay que tener más opciones.
– ¿Hay que prepararse mejor para el cambio climático?
– Sí. Tenemos una certeza y es que la temperatura media del planeta ha aumentado en 1,1 grados desde la época preindustrial y, si no somos capaces de reducir las emisiones de gases, seguirá aumentando otro medio grado este siglo. A partir de ahí, en nuestra zona, en La Rioja, se contemplan dos escenarios: uno más similar al de áreas mediterráneas con precipitaciones más escasas, lo que hará necesario manejar mejor el agua y los riegos con mayor precisión, y luego hay otro escenario que apunta hacia climas de áreas más al norte, pero el ICVV trabaja con el primer escenario de mayor aridez porque lo consideramos el más probable.
«Alguna teoría cree que La Rioja podría ir hacia un clima más húmedo, pero nuestra investigación se enfoca hacia uno más seco»
– ¿Ese segundo escenario coincide con lo que estamos viendo este año, una humedad más propia de otras zonas vitícolas del norte y los problemas con el mildiu, algo que también sucedió en 2020?
– La incertidumbre cuando hablamos de clima siempre es elevada. 2013 por ejemplo fue también un año lluvioso y se superaron los 600 litros anuales. Lo que parece claro es que los fenómenos extremos van a ser cada vez más comunes. Este año agrícola por ejemplo empezamos con un invierno más o menos normal, tirando a a seco. A partir de marzo, ha sido muy lluvioso y más aún en abril, con lo que ha habido una saturación de suelos por la humedad. Mayo y junio serían más o menos normales en volumen de agua, pero los suelos estaban ya muy saturados y el mayor problema es que ha habido muchos episodios que han impedido trabajar con normalidad en el campo. Hemos vivido fenómenos más extremos que parece que ahora se producen antes y que nos afectan incluso desde abril, lo cual hace mucho daño como estamos viendo a los cultivos y también a priori estarían muy relacionados con el aumento de la temperatura de la atmósfera. En el ICVV, en cualquier caso, trabajamos con ese 'peor' escenario, que se traducirá en menos precipitaciones en general, aunque por supuesto habrá excepciones, y seguro que con más eventos extremos. Luego vendrá lo que venga, pero está claro que debemos prepararnos para una agricultura más precisa y menos agresiva que la que hemos practicado.
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