La diócesis riojana deja Benín por falta de misioneros tras 31 años en el país africano

La Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño dice adiós a Benín después de 31 años. El regreso a La Rioja del sacerdote Juan Pablo López Mendía, que ha permanecido en la misión diocesana de Fo Bouré durante 21 años ininterrumpidos, y la falta de relevo misionero (por ausencia de vocaciones) han llevado a la diócesis riojana a dar por finalizada esta experiencia de misión diocesana en el pequeño país africano de la costa oeste. Es difícil partir, como reconoce en declaraciones a Diario LA RIOJA el delegado diocesano de Misiones de La Rioja, Jesús María Peña, pero los frutos han quedado allí: el acceso al agua limpia y a la luz, colegios, dispensarios, maternidades... sin olvidar las tareas pastorales que a partir de ahora quedan en manos de sacerdotes, religiosos y laicos nativos. En total, casi un centenar de proyectos con una inversión de 3,9 millones de euros.

En 1986 los misioneros riojanos llegaron a Benín, tras su paso por Burundi. «Nos fuimos a Benín en aquel año y siempre hemos tenido sacerdotes y laicos. Hemos trabajado muy bien y muy a gusto en este tiempo. Pero llegado este momento no tenemos sacerdotes por la falta de vocaciones para enviar allí y ello nos obliga a cerrar una etapa», lamenta Jesús Peña, que también estuvo destacado en Bo Fouré. Sin embargo, muestra su alegría porque «no se han quedado solos en la parroquia de Benín. Son atendidos por otros sacerdotes, religiosos y laicos nativos que fuimos preparando para la misión. Hace unos años, se dividió la parroquia en dos y poco a poco fueron los sacerdotes oriundos los que se fueron haciendo cargo de la zona». No obstante, Peña deja claro que el paso dado no significa un abandono: «Nos paramos y lo dejamos como presencia. Otra cosa es la ayuda que no vamos a dejar de prestarla». A día de hoy, la misión atiende a 20.000 personas de tres etnias.

El responsable de las Misiones repasó la experiencia riojana en este curioso país, pequeño en tamaño y de forma alargada que pugna por hacerse un hueco entre Togo y Nigeria. «Nos hemos esforzado mucho para que la gente pudiera tener agua, construimos pozos y pequeños pantanos y hemos llevado el agua a las fuentes en los pueblos. Y la luz, también llevamos la luz al pueblo».

En la larga lista de necesidades que se ha conseguido ir cubriendo con enorme sacrificio figuran también, la edificación de colegios que han permitido la escolarización de los niños y dispensarios y maternidades para la promoción de la salud de la población. Y para poder comunicar todas estas pequeñas zonas, incluso se han construido caminos.

El responsable riojano apuntó, asimismo, la atención para el cuidado de la familia, la creación de lazos entre las distintas poblaciones, la puesta en marcha de cooperativas y la promoción de la mujer; en definitiva, la mejora de las condiciones generales de vida de estas gentes sin olvidar la evangelización que rige cualquier misión cristiana. «En la misión riojana en Bo Fouré -apuntó Peña- han colaborado en estos 31 años siete sacerdotes (entre los que me encuentro yo mismo ya que permanecí unos cuantos años), también varios laicos y otras muchas personas que por distintos periodos de tiempo han ido a colaborar y a trabajar, así pudimos contar con la ayuda de un fontanero, un electricista y un médico».

«Llega el difícil momento de decir adiós a esta espléndida experiencia diocesana. El trabajo de los misioneros da fruto en las vocaciones nativas. A ellas les corresponde tomar el relevo de la evangelización en ese entrañable rincón del norte de Benín», concluye Peña.