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Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, en los años 60.
El primer Fidel Castro (1926-1959)

El primer Fidel Castro (1926-1959)

El 8 de enero de 1959, una fuerte columna de opositores armados al régimen dictatorial del presidente Fulgencio Batista entró triunfalmente en La Habana entre la aclamación popular

enrique vázquez

Sábado, 26 de noviembre 2016, 09:25

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El comunismo no fue la causa de la revolución cubana; fue su resultado. (Herbert Matthews, biógrafo de Fidel Castro)

El ocho de enero de 1959, una fuerte columna de opositores armados al régimen dictatorial del presidente Fulgencio Batista entró triunfalmente en La Habana entre la aclamación popular. Al frente de los guerrilleros iba un abogado barbudo de 32 años de nombre Fidel Castro que ha muerto hoy a los 90 años en la capital de Cuba. Con él, retirado oficialmente de sus cargos hace años, muere el emblema de la revolución cubana, uno de los hitos políticos de América en el último siglo.

En realidad la de ahora es la genuina desaparición de Castro, a quien la información oficial de la Cuba batistiana había matado ya el dos de diciembre de 1956. Ese día, tras atacar y dispersar a la columna guerrillera desembarcada del yate Granma se anunció la muerte de Fidel Castro y una treintena de compañeros suyos. Un telegrama de la acreditada agencia UPI dio la noticia al mundo pero la fuente, premeditadamente o no, se había equivocado. Fidel resucitaría poco tiempo después para el público norteamericano en particular gracias a la larga entrevista que Fidel Castro dio seis semanas después a Herbert Matthews, del New York Times.

Un «joven prometedor»

Hijo de un aplicado emigrante gallego y antiguo obrero agrícola, Angel Castro, y de Lina, su segunda esposa, hacendado rural en la provincia de Oriente con buenas extensiones de caña de azúcar en Birán, Fidel mostró pronto aptitudes suficientes como para que sus profesores indujeran al padre, poco inclinado a hacerlo, a darle estudios superiores. Así, ingresó en el Colegio Dolores, de los jesuitas en Santiago de Cuba, la capital provincial. Más tarde, de modo casi mecánico vistas sus aptitudes, estudiaría derecho y se graduaría como abogado. Era un joven prometedor, según sus profesores.

El periodo estudiantil fue, como es habitual en las vocaciones políticas, decisivo, porque las divisiones entre corrientes estudiantiles hostiles alcanzaban un inquietante clima de violencia. Sin afiliación conocida entonces, pero adversario del régimen imperante, Fidel dio las primeras pruebas de sus condiciones para la acción política. Eso explica un hecho poco recordado: él estaba en Colombia el nueve de abril de 1948, el día del sangriento bogotazo (los sangrientos incidentes que siguieron al asesinato del líder de izquierda y candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán, con quien Fidel tenía una cita para esa misma tarde) como encargado de una delegación de estudiantes cubanos. Era ya un líder estudiantil con proyección.

Ese mismo año -el 12 de octubre de 1948- se casa con una estudiante de filosofía de la que pareció estar sinceramente enamorado: Mirta Díaz-Balart, santiagueña también y de muy buena familia. El matrimonio (que le dio un hijo, Fidelito) solo duró hasta finales de 1953. Más tarde se dirá que se había comprometido en el exilio mexicano con una novia formal cuyo nombre nadie parece saber y está bien documentado, en cambio, el intenso romance que el divorciado Fidel sostuvo con la guapa Naty Revuelta, de quien tuvo en 1956 una hija, Alina Fernández (el apellido del marido de Naty) a la que reconoció y que dejaría Cuba en 1993. Naty murió en La Habana el 28 de febrero de 2015 a los 89 años.

Así, estudiante con buenas notas, graduado en Leyes, pero sin intención de ejercer como abogado y volcado en la lucha política en el escenario convulso de una Cuba agitada y violenta dominada por la larga sombra del general Batista, Fidel intuye que solo algo enteramente nuevo podrá funcionar. Aquí es el momento de subrayar -como lo hace acaso el mejor de sus biógrafos, Tad Szulc (1)- que el partido comunista (oficialmente Partido Socialista Popular) no solo nada tuvo que ver con Fidel, sino que, pro-soviético, disciplinado y de la vieja escuela, tomó la actividad de Fidel, y eso valdría hasta Moncada y Sierra Maestra, como improvisada, pequeño-burguesa y alejada de la genuina lucha popular. Todo de manual.

De Moncada a Sierra Maestra

Así pues Fidel, autoalejado de los escenarios convencionales de acción y persuadido de que nada había que hacer con la clase política instalada, preparó el nuevo curso de acción: una acción popular a cargo de un grupo armado. Eso sería el asalto al cuartel de Moncada, llevado a cabo el 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba con efectivos principalmente procedentes del grupo emergente de izquierdas, el llamado Partido Ortodoxo fundado por Eduardo Chibás. En marzo del año precedente, y para evitar una elección que le sería desfavorable, el general Fulgencio Batista, hombre fuerte del país, había dado un golpe de Estado y establecido una dictadura con connotaciones gangsteriles y basada en una temible policía secreta.

Técnica y políticamente la acción fue vista como insensata, inmadura, voluntarista y propia del dinamismo imparable de Fidel Castro. En su cercanía, y procedentes del partido ortodoxo aparecerían personajes en adelante inseparables de su biografía personal y política, como Haydée Santamaría o Huber Matos. El fracaso de la operación, que costó la vida a decenas de revolucionarios, en su mayor parte ejecutados sumariamente por los esbirros de la Policía de Batista sería, en cambio, el principio del arduo camino hacia la victoria. Fidel escogió autodefenderse en el juicio y su requisitoria final, concluida con las célebres palabras: condénenme si quieren; la historia me absolverá serían años después parte de la legendaria historia del fundador del régimen aunque, de hecho, el texto final del discurso arreglado en su versión definitiva es de cinco años después.

De México al poder en tres años

El quince de mayo de 1955 dejó, amnistiado, la prisión de Isla de los Pinos, donde había pasado 22 meses. Batista creyó conveniente la medida de clemencia como parte de un programa de pretendida normalización. Era conocer mal a Fidel Castro, quien apenas salido de la cárcel recomenzó su actividad persuadido de que debía perseverar en la lucha armada y preparar una gran operación desde fuera del país respaldada por un paro y ua acción de masas en La Habana. Fundó a duras penas el Movimiento 26 de julio y enseguida se trasladó a México y empezó a recoger fondos, siempre insuficientes, y a procurar entrenamiento militar clandestino a los voluntarios. La policía mexicana lo supo a tiempo y Fidel se libró de una expulsión que habría sido letal para el movimiento solo por la intervención en su favor del ex-presidente Lázaro Cárdenas, el intocable emblema de la izquierda nacionalista mexicana.

El entrenamiento de los voluntarios (entre ellos lo que sería la flor y nata de la administración revolucionaria, con Che Guevara o Raúl Castro entre ellos) fue escaso, el armamento, ligero y el barco comprado con dinero de un ex-presidente cubano (Prío Socarrás, depuesto por Batista en 1952) un yate oxidado y apenas apto para navegar, el Granma. El buque, bajo una tormenta y corrientes adversas atracó el dos de diciembre de 1956 con sus 82 voluntarios a bordo, como pudo, retrasado y, muy alejado del punto acordado, el dos de diciembre de 1956. No le aguardaban los compañeros locales con comida, combustible, armas y vehículos según estaba convenido. Una tropilla perdida y bajo acoso del gobierno debió internarse como pudo en la vecina Sierra Maestra

El previsto paro general y el levantamiento en la vecina Santiago tampoco funcionaron y durante días se previó razonablemente un rápido fracaso de la operación pero Fidel, como confirman sus biógrafos unánimemente, y con su optimismo a toda prueba, ordenó perseverar El 24 de febrero de 1957, la entrevista de Castro con Matthews en el 'Times' neoyorquino daba la vuelta al mundo y devolvía a la vida a Castro, un hecho que los tibios desmentidos oficiales no pudieron contrarrestar.

El resto es más conocido: con la activa oposición social en auge, la indignación causada por la muerte de Frank País, valeroso opositor no castrista, el intento de levantamiento de la Marina en la base naval de Cienfuegos los barbudos (parece que la mayoría optó por no afeitarse nunca siguiendo el ejemplo de uno de los primeros guerrilleros, el campesino Manuel Fajardo) poco a poco la guerrilla ganó terreno, y las dos grandes ofensivas de Batista (que, entretanto, había sido elegido presidente) fracasaron. Tras la última elección, abiertamente boicoteada por el público, a finales de 1958 con un presidente de paja, Andrés Rivero Agüero, quien ya no pudo tomar posesión y en un clima de virtual guerra civil con los rebeldes en Santa Clara y avanzando por doquier, Batista huyó de la isla con sus más allegados. Era el uno de enero de 1959, el mismo día en que Fidel proclamaba su triunfo desde el balcón del ayuntamiento de Santiago. El ocho entraba en La Habana

La extraña revolución había triunfado contra pronóstico, su jefe tenía 32 años y empezaba una nueva carrera que terminaría políticamente con su dimisión en febrero de 2008 y biológicamente hoy con su muerte. Y empezaba la segunda parte. Pero esa esa es otra historia.

(1) Los libros de Szulc y Matthews, imprescindibles, no están disponibles en castellano. Sí lo está, en cambio, otro de gran valor, Los guerrilleros en el poder, de K.S. Karol.

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