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El príncipe Andrés, en una imagen de archivo. REUTERS
El príncipe Andrés pierde la batalla para retornar a la vida pública

El príncipe Andrés pierde la batalla para retornar a la vida pública

Los herederos del trono británico mantienen a distancia al desprestigiado duque de York

lourdes gómez

Corresponsal. Londres

Martes, 14 de junio 2022, 18:53

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Ni al Royal Ascot ni a la procesión de los muy nobles caballeros. La familia real ha apartado al duque de York de todos los eventos oficiales. Este martes se perdió la jornada inaugural de las más monárquicas carreras de caballos del Reino Unido y el día anterior se ausentó del tradicional desfile de los miembros de la Nobilísima Orden de la Jarretera, que parten a pie desde el castillo de Windsor engalanados en lujosas capas de terciopelo y tocados de pluma. El nombre del príncipe Andrés estaba incluso impreso en el programa del servicio religioso que reunió en la cercana capital de San Jorge a sus hermanos, cuñadas, sobrinos y otros ilustres asistentes.

Isabel II también se ausentó de los eventos públicos de la ceremonia nobiliaria y tampoco acudió al hipódromo de Ascot, a unos 10 kilómetros de su residencia de Windsor. Tiene problemas de movilidad y, a sus 96 años, solo acude en contadas ocasiones a actos oficiales o al aire libre, ya sean en honor de sus siete décadas de reinado o para ver correr a sus caballos.

Andrés, en cambio, renunció a última hora a darse el paseíllo con sus galas de Caballero de la Jarretera, la orden de caballería más antigua del Reino Unido. Su baja de los actos públicos fue fruto de una «decisión familiar», orquestada por los príncipes herederos y consensuada con la monarca, de acuerdo con fuentes palaciegas. Y, según coinciden varios medios, Guillermo amenazó con darse la vuelta si su tío se sumaba a la vistosa procesión.

El príncipe de Gales estuvo de acuerdo en que vetar al desprestigiado duque era una acción en el «mejor interés» de todos. El tercer hijo de Isabel II- y en principio el favorito de los cuatro descendientes directos- se vio forzado a romper sus amarras regias a raíz de la querella, admitida por un tribunal de Nueva York, por presunto abuso sexual y daño emocional de Virginia Giuffre, en 2001. La reina le despojó de sus afiliaciones militares, patronajes y rangos honoríficos. Le dejó a la deriva para que se defendería como un simple «ciudadano privado» de las alegaciones de violación y acoso sexual de la menor de edad.

Andrés pagó a su acusadora entre seis y diez millones de euros en un acuerdo extrajudicial. Evitó así una vista oral que hubiera coincidido con el Jubileo de su madre. No reconoció su autoría, pero tampoco limpió su reputación de las alegaciones de pederastia. La corte de la opinión pública aún no ha perdonado al divorciado y explayboy de los hermanos Windsor.

La campaña para apartarle del núcleo monárquico se aceleró en los últimos meses. Los disgustos familiares- el Megxit de los duques de Essex, fundamentalmente- han mejorado la sintonía de Carlos y Guillermo en la toma de decisiones de carácter familiar-constitucional, aunque la matriarca Windsor retiene la última palabra. Se atribuye a ambos la oposición a permitir el retorno de Andrés como «miembro profesionalmente activo» en servicio de la monarquía.

Los herederos decidieron quizá actuar ante el sorprendente protagonismo de su hermano y tío en el funeral del príncipe Felipe de Edimburgo. Era su primera aparición en público, junto al resto de la familia, desde el millonario acuerdo y las imágenes de Andrés sosteniendo a su madre mientras caminaba, frágil y lenta, hasta su asiento en la abadía de Westminster causaron ira en la población y el seno de los Windsor. Vuelven a recortar sus movimientos ahora que Andrés ha expresado, a través de sus portavoces, impaciencia por recuperar los títulos militares perdidos, patronajes civiles y la función pública que le corresponde como «príncipe de sangre real».

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