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Una purga inconcebible

«Me sentía abrumado por una de esas preguntas fundamentales que a veces se nos plantean en la vida. ¿Se puede ser más tonto?»

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Viernes, 27 de octubre 2017, 08:36

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Hace siete años, cuando el Athletic abrió un centro de tecnificación en Oion, es decir, a cinco kilómetros de Logroño, a todos nos pareció bien. Lo vimos como algo natural en un lógico proceso de expansión de las redes de la cantera rojiblanca, tan necesitada de nuevos caladeros. Yo al menos no recuerdo que nadie lo criticara, pese a que todos sabíamos perfectamente cuál era el objetivo: controlar a los niños de una zona, fronteriza entre Álava, La Rioja y Navarra, cuyo mayor núcleo de población es, con diferencia, la capital riojana. Digamos, por tanto, que pensar que al centro de tecnificación de Oion no iban a poder acudir niños de la comunidad vecina era como pensar en abrir una tienda de golosinas a la puerta de un colegio pero prohibiendo la entrada a los menores de 18 años. Una absoluta idiotez, vaya.

La realidad es que a una gran mayoría de los aficionados del Athletic nos importaba un bledo que niños del Comillas y del Berceo, por ejemplo, jugaran con una camiseta, la del Athletic, que a lo largo de la historia han defendido unos cuantos paisanos suyos. Es más, a muchos nos hacía ilusión imaginar que esos chavales crecieran soñando con jugar algún día en el Athletic. Uno, en fin, creía que, estando como estamos en 2017, esta lectura laxa y abierta de la filosofía rojiblanca generaba casi un consenso entre la hinchada de San Mamés. Pensaba, sinceramente, que sólo unos pocos talibanes sin importancia eran capaces de poner el grito en el cielo porque un niño de Ábalos jugara en la cantera del Athletic y, en cambio, les pareciese maravilloso que lo hiciese otro nacido a dos kilómetros, en Samaniego.

Pues bien, estamos viendo que esto no es así. Josu Urrutia y su junta directiva han decidido expulsar del centro de tecnificación de Oion a los 150 niños riojanos que acudían a él. A partir de ahora, sólo jugarán allí los nacidos en el País Vasco y Navarra, que suman un total de 8. A los demás les tocará irse con viento fresco, aunque tienen otra opción de futuro: alistarse en el Valvanera, convenido de la Real Sociedad. Al tener conocimiento de esta noticia el sábado pasado, tuve que salir al balcón a respirar hondo y luego pedirle a mi mujer que me enseñara algunas asanas básicas de yoga. Se lo quise pedir también el jueves por la noche después del partido en Östersund, pero me dio vergüenza. Esta vez, sin embargo, las necesitaba. Y es que me sentía abrumado por una de esas preguntas fundamentales que a veces se nos plantean en la vida. ¿Se puede ser más tonto?

«Sólo espero que sean coherentes hasta el final y lleven esta purga hasta el primer equipo. Hasta Laporte y Saborit, sin ir más lejos»

Aclaremos un poco las cosas después de un interrogante tectónico como éste. La junta directiva del Athletic tiene todo el derecho del mundo a implantar de repente, vaya usted a saber por qué, una interpretación radicalmente rigorista de la filosofía del club. Nadie se lo puede discutir. Me refiero al derecho. Otra cosa es que esta decisión nos pueda parecer extemporánea y produzca paradojas afiladas sólo aptas para tragasables de circo y estrictos intérpretes de la Tablas de la Ley. Como, por ejemplo, que un futbolista infantil de Castro Urdiales, rojiblanco de toda la vida, no pueda jugar en el Athletic y, en cambio, sí pueda hacerlo con toda propiedad uno nacido en Buñuel, madridista desde su más tierna infancia, o en Cambo Les Bains. Pero que es una postura legítima y coherente -hay coherencias muy tontas, claro que sí- es innegable.

Ahora bien, una cosa es que el Athletic decida no contar a partir de ahora con niños riojanos, aún a riesgo de que en el centro de tecnificación de Oion tengan que acabar jugando los padres y los abuelos para poder formar equipos, y otra, muy distinta, que expulse a los que ya están. ¿Acaso no ven la diferencia? ¿Son conscientes estas luminarias que se atreven a darnos discursos sobre la identidad del Athletic de lo que significa expulsar a un niño por su lugar de nacimiento, del ridículo y la mugre moral que nos cae encima con una decisión semejante? ¿Creen de verdad que se puede ir por el mundo diciéndole a un niño que deje en la taquilla la camiseta del Athletic que lleva vistiendo cuatro años, se olvide de que se la firme Aduriz y se vaya a su casa porque se han dado cuenta de que ha nacido en Fuenmayor? Como me reconozco incapaz de saber qué contestarán, sólo espero que, si se mantienen en sus trece, sean coherentes hasta el final y lleven esta purga inconcebible hasta el primer equipo. Hasta Laporte y Saborit, sin ir más lejos. Y es que ya sólo faltaría que los niños sean las únicas víctimas.

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