Nástic, 3 - Calahorra, 2

El Calahorra se queda a medias

A falta de fútbol, fueron las imprecisiones las que colmaron el Nou Estadi. El tembleque del Nástic, que lucha por evitar la deriva, sumado al agobio del equipo rojillo, que carga a sus espaldas con una deuda en la clasificación heredada de la primera vuelta, permitieron entender el desarrollo inicial.

Balonazos sin sentido, despejes a medio camino y porteros inseguros. Buena muestra fue la actuación de Manu García, que parecía tener alergia a embolsar el balón. En uno llovido desde el cielo de Tarragona, al meta local se le escurrió de las manos e Ibarrondo estuvo a punto de penalizar el despropósito.

Fue doloroso ver el gesto desencajado del cancerbero, cuyas dudas se trasladaron a todo su equipo. Si había un bando que podía avanzar en el marcador, este parecía el Calahorra. Pero el destino tenía preparado otro escenario para los de Pouso. Ocurrió que un contraataque de manual comandado por Aarón Rey terminó con un balón huérfano dentro del área. Fue Marc Fernández quien asumió la paternidad para anotar.

El zarpazo dejó secuelas en el Calahorra y el Nástic, sabedor que estaba en la cresta de la ola, supo aprovechar su momento. A Pol Domingo le invadió el espíritu de un velocista, derrapó por la banda derecha y asistió a un Robert Simón que a punto estuvo de marcar. Lupu sí lo haría, pero en fuera de juego.

Pudo pensar el Calahorra que estaba salvado antes de llegar a la orilla del descanso. Pero entonces despertó la fuerza de la naturaleza de Marc Fernández, que dibujó una diagonal endiablada en el balcón del área para terminar rematando en el palo. En el rebote, paciente, estaba aguardando Aarón Rey para meter la puntilla y dejar grogui a los futbolistas del cuadro calagurritano, que no sabía hacia dónde mirar. Solo Ibarrondo, mediante una pirueta acrobática a la salida de un córner cuando el primer acto acababa, tuvo fuerzas para la réplica.

En los vestuarios se produjo la metamorfosis. Baselga, de dulce en las últimas jornadas, se adelantó a toda la defensa grana para meter el botín y culminar un centro de Ibarrondo. Era el minuto 50. Tan solo cinco después, Davo embocó un centro tenso de Pablo Sáenz desde la izquierda que vino precedido de un control exquisito para tomar ventaja a su marcador. Su celebración, derrapando con las rodillas por el césped con rostro desafiante, parecía advertir que la remontada estaba a la vuelta de la esquina.

En realidad, la rebelión no pasó de revuelta. El codo de Zubiri actuó como intruso en el ocaso y Bonilla, acostumbrado a desenvolverse en este arte, ejecutó sin pestañear desde los once metros. Y al Calahorra, sin aliento para reaccionar, le volvió a asaltar la deuda que lo tormenta.